9/04/2019, 20:17
—"Sos el primer shinobi miembro del clan que conozco, por lo que quería comprobar si solo era un mito."
La respuesta hizo girar la cabeza de Geki hacia el otro shinobi, no era algo común que alguien no conociera más ninjas de su clan, pero su segunda respuesta esclareció las dudas.
—Vivo en Amegakure, asi que todavía no me logro acostumbrar a este cambio de ambiente, ¿Y vos?
Un Senju en Amegakure de seguro era un caso muy particular, pero con la globalización que estaba sufriendo Onindo no era imposible. La respuesta hizo sonreír a Geki, que inmediatamente recordó a Roga, aquel amejin que le hizo una promesa una vez al haberse cruzado, también en lugares complicados.
El Senju de Kusa estaba a punto de contestar las preguntas del otro, pero tuvo que tragarse su aliento cuando justo un ruido hizo que todo su cuerpo se congelara. Geki observó a su compañero y asintió con la cabeza. Pero el ruido era muy cercano, como si alguien los estuviera esperando. Lentamente el genin sacó un kunai de su porta objetos, mientras con la mirada intentaba fijar el lugar de donde provenía el sonido.
Podía sentir como una gota de sudor frió le corría por la espada y los sonidos del metal del kunai demostraban cuanto lo apretaba y liberaba en su mano.
De repente, un nuevo sonido de ramas, pero esta vez más brusco y más cercano exploto cerca de los jóvenes. Un grupo de liebres, grises, marrones y blancas salió de un arbusto pasó por enfrente de sus narices y desaparecieron del otro lado del sendero.
*¿Liebres?* Se preguntó Geki, pero no bajó la guardia, sabía que los animales estaban huyendo de algo o alguien. Y con razón, unas voces gruesas se reían y conversaban no muy lejos de donde estaban ubicados. Al escucharlas se agachó rápidamente para camuflarse más con el ambiente y le hizo una seña a su compañero para que realizara el mismo movimiento.
Tenían que tener cuidado, estos bosques estaban llenos de peligro desde que no existía más Konoha era una tierra de nadie. Quizá también se lo tenía que haber contado al chico.
La respuesta hizo girar la cabeza de Geki hacia el otro shinobi, no era algo común que alguien no conociera más ninjas de su clan, pero su segunda respuesta esclareció las dudas.
—Vivo en Amegakure, asi que todavía no me logro acostumbrar a este cambio de ambiente, ¿Y vos?
Un Senju en Amegakure de seguro era un caso muy particular, pero con la globalización que estaba sufriendo Onindo no era imposible. La respuesta hizo sonreír a Geki, que inmediatamente recordó a Roga, aquel amejin que le hizo una promesa una vez al haberse cruzado, también en lugares complicados.
El Senju de Kusa estaba a punto de contestar las preguntas del otro, pero tuvo que tragarse su aliento cuando justo un ruido hizo que todo su cuerpo se congelara. Geki observó a su compañero y asintió con la cabeza. Pero el ruido era muy cercano, como si alguien los estuviera esperando. Lentamente el genin sacó un kunai de su porta objetos, mientras con la mirada intentaba fijar el lugar de donde provenía el sonido.
Podía sentir como una gota de sudor frió le corría por la espada y los sonidos del metal del kunai demostraban cuanto lo apretaba y liberaba en su mano.
De repente, un nuevo sonido de ramas, pero esta vez más brusco y más cercano exploto cerca de los jóvenes. Un grupo de liebres, grises, marrones y blancas salió de un arbusto pasó por enfrente de sus narices y desaparecieron del otro lado del sendero.
*¿Liebres?* Se preguntó Geki, pero no bajó la guardia, sabía que los animales estaban huyendo de algo o alguien. Y con razón, unas voces gruesas se reían y conversaban no muy lejos de donde estaban ubicados. Al escucharlas se agachó rápidamente para camuflarse más con el ambiente y le hizo una seña a su compañero para que realizara el mismo movimiento.
Tenían que tener cuidado, estos bosques estaban llenos de peligro desde que no existía más Konoha era una tierra de nadie. Quizá también se lo tenía que haber contado al chico.