10/04/2019, 00:52
(Última modificación: 10/04/2019, 00:52 por Amedama Daruu.)
Daruu resopló y se cruzó de brazos.
—Ay, está bien. Pero sólo esta noche —indicó Daruu, señalándole con el dedo.
Así pues, aquella noche, cuando apagaron las luces, un nuevo inquilino de la habitación se encaramó a la cama y se acostó... entre los brazos de Ayame. «Puto gato, qué morro tiene», pensó Daruu, que se había visto relegado al otro extremo de la cama.
«Las cosas van a estar moviditas a partir de ahora, ¿eh?». Suspiró. «Naia... vas a pagar por todo lo que le has hecho a esta familia. Vas a pagar.»
Daruu, Ayame y Yuki —que en estos momentos estaba subido al hombro de la muchacha lamiéndose una pata— habían recogido todos sus bártulos y ahora caminaban tranquilamente por las praderas de Notsuba, rumbo a casa.
—Ha sido un fin de semana bonito a pesar de todo, ¿verdad? —dijo Daruu—. Voy a echar de menos esto. Ahora tenemos que volver a entrenar, más después de saber lo que sabemos sobre Naia.
»Prométeme que no harás ninguna locura, ¿vale, Ayame? ¡Kokuo, impídeselo!
—Dudo que Kokuo-nyan se inmute siquiera.
—¿Y tú que haces aquí todavía?
—Anyame es cómoda.
Daruu suspiró.
—Ay, está bien. Pero sólo esta noche —indicó Daruu, señalándole con el dedo.
Así pues, aquella noche, cuando apagaron las luces, un nuevo inquilino de la habitación se encaramó a la cama y se acostó... entre los brazos de Ayame. «Puto gato, qué morro tiene», pensó Daruu, que se había visto relegado al otro extremo de la cama.
«Las cosas van a estar moviditas a partir de ahora, ¿eh?». Suspiró. «Naia... vas a pagar por todo lo que le has hecho a esta familia. Vas a pagar.»
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Daruu, Ayame y Yuki —que en estos momentos estaba subido al hombro de la muchacha lamiéndose una pata— habían recogido todos sus bártulos y ahora caminaban tranquilamente por las praderas de Notsuba, rumbo a casa.
—Ha sido un fin de semana bonito a pesar de todo, ¿verdad? —dijo Daruu—. Voy a echar de menos esto. Ahora tenemos que volver a entrenar, más después de saber lo que sabemos sobre Naia.
»Prométeme que no harás ninguna locura, ¿vale, Ayame? ¡Kokuo, impídeselo!
—Dudo que Kokuo-nyan se inmute siquiera.
—¿Y tú que haces aquí todavía?
—Anyame es cómoda.
Daruu suspiró.