10/04/2019, 11:37
(Última modificación: 10/04/2019, 12:55 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Ay, está bien —resopló Daruu, cruzándose de brazos—. Pero sólo esta noche.
Ayame sonrió, victoriosa. Cualquiera que haya tenido mascotas sabrá que la frase "sólo por esta noche" es sólo el comienzo de muchas otras "sólo esta noche". En el caso de Ayame y Daruu era algo más difícil, pues aún no vivían juntos. Pero de haberlo hecho...
Así, aquella noche Ayame durmió plácidamente abrazada al cálido y peludito cuerpo de Yuki como si de un peluche se tratara. La muchacha nunca había tenido una mascota, y aquella noche descubrió lo reconfortante que podía ser un hecho tan simple como el sentir la respiración del pequeño cuerpecito del gato contra su pecho.
Al día siguiente sus pequeñas vacaciones dieron a su fin, y Daruu, Ayame y Yuki abandonaron el hotel con cierta lástima. El gato tuvo que salir por la ventana y esperarlos fuera, ya que habría sido difícil de explicar de dónde había salido aquel animal. Y ni siquiera estaban seguros de que en el Patito Montés se permitieran animales, por lo que se habrían metido en un buen lío de no ser así.
—Ha sido un fin de semana bonito a pesar de todo, ¿verdad? Voy a echar de menos esto. —dijo Daruu.
Y Ayame, con Yuki sobre su hombro, asintió con una melancólica sonrisa.
—Sí... Podríamos repetirlo alguna vez.
—Ahora tenemos que volver a entrenar, más después de saber lo que sabemos sobre Naia. Prométeme que no harás ninguna locura, ¿vale, Ayame? ¡Kokuo, impídeselo!
—Dudo que Kokuo-nyan se inmute siquiera —dijo Yuki, como si hubiese podido escuchar las palabras de Kokuō con sus propias orejas.
Ayame esbozó una sonrisa incómoda.
—¿Y tú que haces aquí todavía? —preguntó Daruu.
—Anyame es cómoda.
Daruu soltó un nuevo suspiro, pero Ayame le rascó por detrás de las orejas con una sonrisa encantada. Se permitió el lujo de echar un último vistazo al valle de Notsuba y quedarse con un último recuerdo. Habían sido apenas tres días, pero en aquellos tres días lo había pasado mucho mejor que en mucho, mucho tiempo. Y, lo que era más importante, se había unido aún más a Daruu. La muchacha le miró de reojo, con un ligero rubor iluminando sus mejillas, y estiró la mano para buscar la suya.
No podía relajarse. Lo que venía a partir de ahora sería mucho, mucho más complicado.
Y lo primero que haría al llegar a casa sería aprender a dominar la técnica que le había enseñado Daruu... y a dejar su primera marca en su propia habitación.
Ayame sonrió, victoriosa. Cualquiera que haya tenido mascotas sabrá que la frase "sólo por esta noche" es sólo el comienzo de muchas otras "sólo esta noche". En el caso de Ayame y Daruu era algo más difícil, pues aún no vivían juntos. Pero de haberlo hecho...
Así, aquella noche Ayame durmió plácidamente abrazada al cálido y peludito cuerpo de Yuki como si de un peluche se tratara. La muchacha nunca había tenido una mascota, y aquella noche descubrió lo reconfortante que podía ser un hecho tan simple como el sentir la respiración del pequeño cuerpecito del gato contra su pecho.
Al día siguiente sus pequeñas vacaciones dieron a su fin, y Daruu, Ayame y Yuki abandonaron el hotel con cierta lástima. El gato tuvo que salir por la ventana y esperarlos fuera, ya que habría sido difícil de explicar de dónde había salido aquel animal. Y ni siquiera estaban seguros de que en el Patito Montés se permitieran animales, por lo que se habrían metido en un buen lío de no ser así.
—Ha sido un fin de semana bonito a pesar de todo, ¿verdad? Voy a echar de menos esto. —dijo Daruu.
Y Ayame, con Yuki sobre su hombro, asintió con una melancólica sonrisa.
—Sí... Podríamos repetirlo alguna vez.
—Ahora tenemos que volver a entrenar, más después de saber lo que sabemos sobre Naia. Prométeme que no harás ninguna locura, ¿vale, Ayame? ¡Kokuo, impídeselo!
«Jumph... No soy ninguna niñera.»
—Dudo que Kokuo-nyan se inmute siquiera —dijo Yuki, como si hubiese podido escuchar las palabras de Kokuō con sus propias orejas.
Ayame esbozó una sonrisa incómoda.
—¿Y tú que haces aquí todavía? —preguntó Daruu.
—Anyame es cómoda.
Daruu soltó un nuevo suspiro, pero Ayame le rascó por detrás de las orejas con una sonrisa encantada. Se permitió el lujo de echar un último vistazo al valle de Notsuba y quedarse con un último recuerdo. Habían sido apenas tres días, pero en aquellos tres días lo había pasado mucho mejor que en mucho, mucho tiempo. Y, lo que era más importante, se había unido aún más a Daruu. La muchacha le miró de reojo, con un ligero rubor iluminando sus mejillas, y estiró la mano para buscar la suya.
No podía relajarse. Lo que venía a partir de ahora sería mucho, mucho más complicado.
Y lo primero que haría al llegar a casa sería aprender a dominar la técnica que le había enseñado Daruu... y a dejar su primera marca en su propia habitación.