10/04/2019, 16:29
—Andando entonces. Que si esto no sale bien no sabemos de que sería capaz luego, quizás incluso pondría en riesgo al resto del pueblo. Mano Cortada y el alguacil no deberían arriesgarse tanto, pero su ayuda puede ser ideal para mantener la fachada. Si sale mal, pues nos las arreglamos por las malas. Vamos—. Sonrío y se echó a andar.
Cerca de la residencia de Asobu, dos siluetas se encontraban frente a la puerta. Una, alta, muscolosa y llena de cicatrices. Mano Cortada lucía, nervioso, muy nervioso.
La otra, tuerto, castaño, pelo parado, sonrisa de no matar una mosca. Estaba feliz, demasiado podrían decir algunos. O, pero algo en especial resultaba llamativo, pues aparentemente ese alguien había hurtado cierta prenda del jefe de los otros bandidos. Aunque, probablemente los civiles no repararon en ese pequeño detalle.
Tocaría a la puerta con una descortés insistencia, ¿realmente Asobu se había enfermado? Sería la ironía más loca de la vida.
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Cerca de la residencia de Asobu, dos siluetas se encontraban frente a la puerta. Una, alta, muscolosa y llena de cicatrices. Mano Cortada lucía, nervioso, muy nervioso.
La otra, tuerto, castaño, pelo parado, sonrisa de no matar una mosca. Estaba feliz, demasiado podrían decir algunos. O, pero algo en especial resultaba llamativo, pues aparentemente ese alguien había hurtado cierta prenda del jefe de los otros bandidos. Aunque, probablemente los civiles no repararon en ese pequeño detalle.
Tocaría a la puerta con una descortés insistencia, ¿realmente Asobu se había enfermado? Sería la ironía más loca de la vida.