13/04/2019, 05:39
"Así que puedes medir el chakra de los demás... ¿Tendrá algo que ver con los ojos? Eso explicaría porqué se dio cuenta de que yo era un ninja." Alzó la ceja, creyendo que el Uchiha exageraba sobre las habilidades del rival, y aunque fuese cierto ¿qué mas daba? Quizás el Yotsuki, era demasiado positivo al respecto.
—No me negaré a ninguna ayuda por pequeña que sea, solo espero poder terminar con todo este drama de una vez y no tener que regresar a este excusado gigante para gatos nunca más— se llevó las manos a la cintura mientras el alguacil y mano cortada se acercaban a ellos.
—Pensar que tenemos un problema gordo en manos, ¡y que Bandō no sea el responsable!— carcajeó moviendo el bigote. Primera vez que se le veía tan alegre. —Yo intentaré prestar vigilancia extra durante la carrera, pero no creo poder pasar más allá del segundo punto de control dado lo difícil del terreno— admitió.
—Ese sujeto, era muy extraño. Por alguna razón sentí que todo el tiempo era honesto, admitiendo desde el inicio que Asobu siempre fue un traidor y me pidió que lo guiara hasta aquí porque según él quería ver que triquiñuela tenía entre manos... Me puse nervioso, que ese sujeto estaba como una puta cabra— negó con la cabeza.
—Cómo sea— suspiró y se echó a andar. —Mejor descansar ahora, que mañana seguramente será duro para todos... Joder, que estos han sido los cinco días más largos de mi vida— dejó caer sus brazos, colgando cómo trapos al sol mientras se echaba andar de regreso al hotel. —Suerte a todos— dicho aquello, las apuestas estaban hechas.
Horas, horas faltaban para el inicio. Deberían despertarse de madrugada, unos para la vigilancia y otros para los preparativos de la carrera. El Yotsuki apenas logró pegar los ojos, pues tenía que salir muchísimo antes que los demás para llegar al menos a la zona de la segunda fase con antelación. Lloviznaba, o mejor dicho, caía un tímido rocío. Antesala a la que sería una tormenta digna de las Llanuras de la Tempestad Eterna.
El sol empezaba a ascender en el horizonte, mezclándose con las dispersas nubes grises que se arremolinaban de forma rara en aquel lugar. Expectantes.
Muchos jinetes sobre caballos y camellos estaban presentes. Jóvenes, adultos, incluso algunos ancianos canosos que se creían aún lo suficientemente fuertes para participar. De entre todos, la llegada de Bandō hizo que todas las miradas volteasen hacia él. Galante, bufaba e intentaba intimidar a los demás animales presentes. Nacido y crecido en los alrededores del Oasis de la Luna, ni siquiera la presencia de los camellos parecía afectarle.
Quince minutos, dónde deberían hacer los últimos preparativos.
—Este amiguito parece tranquilo el día de hoy. Recibió muchos mimos para este día— la mujer cepillaba al camello de Datsue, mirando furtivamente al jinete.
—No me negaré a ninguna ayuda por pequeña que sea, solo espero poder terminar con todo este drama de una vez y no tener que regresar a este excusado gigante para gatos nunca más— se llevó las manos a la cintura mientras el alguacil y mano cortada se acercaban a ellos.
—Pensar que tenemos un problema gordo en manos, ¡y que Bandō no sea el responsable!— carcajeó moviendo el bigote. Primera vez que se le veía tan alegre. —Yo intentaré prestar vigilancia extra durante la carrera, pero no creo poder pasar más allá del segundo punto de control dado lo difícil del terreno— admitió.
—Ese sujeto, era muy extraño. Por alguna razón sentí que todo el tiempo era honesto, admitiendo desde el inicio que Asobu siempre fue un traidor y me pidió que lo guiara hasta aquí porque según él quería ver que triquiñuela tenía entre manos... Me puse nervioso, que ese sujeto estaba como una puta cabra— negó con la cabeza.
—Cómo sea— suspiró y se echó a andar. —Mejor descansar ahora, que mañana seguramente será duro para todos... Joder, que estos han sido los cinco días más largos de mi vida— dejó caer sus brazos, colgando cómo trapos al sol mientras se echaba andar de regreso al hotel. —Suerte a todos— dicho aquello, las apuestas estaban hechas.
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Horas, horas faltaban para el inicio. Deberían despertarse de madrugada, unos para la vigilancia y otros para los preparativos de la carrera. El Yotsuki apenas logró pegar los ojos, pues tenía que salir muchísimo antes que los demás para llegar al menos a la zona de la segunda fase con antelación. Lloviznaba, o mejor dicho, caía un tímido rocío. Antesala a la que sería una tormenta digna de las Llanuras de la Tempestad Eterna.
El sol empezaba a ascender en el horizonte, mezclándose con las dispersas nubes grises que se arremolinaban de forma rara en aquel lugar. Expectantes.
Muchos jinetes sobre caballos y camellos estaban presentes. Jóvenes, adultos, incluso algunos ancianos canosos que se creían aún lo suficientemente fuertes para participar. De entre todos, la llegada de Bandō hizo que todas las miradas volteasen hacia él. Galante, bufaba e intentaba intimidar a los demás animales presentes. Nacido y crecido en los alrededores del Oasis de la Luna, ni siquiera la presencia de los camellos parecía afectarle.
Quince minutos, dónde deberían hacer los últimos preparativos.
—Este amiguito parece tranquilo el día de hoy. Recibió muchos mimos para este día— la mujer cepillaba al camello de Datsue, mirando furtivamente al jinete.