14/04/2019, 16:22
—Nunca les pedí que lo hicieran, así que no esperen mis gracias— contestó, cínica, seria. Tan ella.
Nunca había dejado que le pasaran encima a su orgullo, y ese día no iba a ser la excepción. ¿El resto? Le importaba un pepino. Confiaba muy ciegamente en que el trabajo iba a ser realizado correctamente. La jinete era más terca que el caballo.
—Mierda...— Esperaba no arrepentirse de haberle enseñado a montar.
Todos se pusieron en la salida, en la línea blanca que marcaba dónde no pisar antes de que el trompetazo de salida fuese dado.
La cantidad de contendientes ascendía al centenar, mientras el sol del amanecer se estaba viendo opacado por las intensas nubes de oscuridad en el cielo. El monzón estaba cerca.
Utage, tomó la trompeta y la alzó, tomando aire y llenando el pecho. Todos los jinetes se observaron unos a otros, todos salvo Bandō, cuya mirada estaba dudando. ¿La victoria o la retribución por el favor de Kawaraga? Dudaba.
Caballos, camellos, ¿un oso?. Bueno, algún loco nunca falta.
Fue entonces, que el pelirrojo hizo sonar la trompeta a todo pulmón, dando pauta a la salida e iniciando la gran carrera.
Nunca había dejado que le pasaran encima a su orgullo, y ese día no iba a ser la excepción. ¿El resto? Le importaba un pepino. Confiaba muy ciegamente en que el trabajo iba a ser realizado correctamente. La jinete era más terca que el caballo.
—Mierda...— Esperaba no arrepentirse de haberle enseñado a montar.
Todos se pusieron en la salida, en la línea blanca que marcaba dónde no pisar antes de que el trompetazo de salida fuese dado.
La cantidad de contendientes ascendía al centenar, mientras el sol del amanecer se estaba viendo opacado por las intensas nubes de oscuridad en el cielo. El monzón estaba cerca.
Utage, tomó la trompeta y la alzó, tomando aire y llenando el pecho. Todos los jinetes se observaron unos a otros, todos salvo Bandō, cuya mirada estaba dudando. ¿La victoria o la retribución por el favor de Kawaraga? Dudaba.
Caballos, camellos, ¿un oso?. Bueno, algún loco nunca falta.
Fue entonces, que el pelirrojo hizo sonar la trompeta a todo pulmón, dando pauta a la salida e iniciando la gran carrera.