17/04/2019, 21:47
El hombre de peculiar talento continuó su odisea. Combatiendo contra mar, montaña, sol y tormenta. Nada parecía poder abatirlo, pues a cada burla que escuchaba, parecía agrandarle el ego. El hombre le ponía hasta más entusiasmo, cual fuego que es avivado a base de combustible. Para bien o para mal —mas bien para lo segundo—, el individuo había adquirido una ingente cantidad de público. Ya pudiese estar ahí el mismo diablo, que su objetivo estaba más que cumplido.
—¿Crees que si le regalamos un nuevo instrumento... al menos estaríamos haciendo algo bueno? —preguntó a su hermano.
—Wuruuuuuuwu
—Tío... —hizo un inciso el Inuzuka de rastas —cada vez hablas más raro, te lo digo en serio...
»Pero razón no te falta en lo que dices... puede que entrometerse sea como firmar una nota de suicidio. Ir contra todos no es siempre buena idea, a menos que tengas la certeza de que podrás contra todos. Pero no se puede ir contra el aquelarre sin tener agua bendita... hay que entrenar mas. Mucho mas.
El Inuzuka se dispuso a continuar con su camino, debía buscar qué hacer en lo que el abuelo terminaba sus negocios por la ciudad. El anciano había venido a promover aún mas la creciente fama del dojo familiar, y lo había arrastrado. Pero bueno, toda experiencia suma. Eso era algo que tenía bien claro el rastas, de toda situación se podía sacar algo positivo.
Para cuando se reincorporó, pudo observar que el gentío era atosigador. Era imposible moverse demasiado del sitio sin tropezar con dos o tres personas. El circo en que se había convertido esa calle rozaba lo demencial, y más aún teniendo en cuenta que no era en pos de donar dinero a ese pobre artista callejero. Pronto, la situación se vio un poco... diferente.
El pobre diablo paró de tocar, y dejó caer un profundo suspiro. Algunos se rieron nuevamente, afirmando que el hombre ya se había cansado de hacer el payaso. Eso entre los comentarios mas suaves. EL hombre agarró con fuerza el instrumento, y lo estrelló contra el suelo.
¡CRUUUUSHH!
Trozos de astillas saltaron en todas direcciones, acompañados de una estruendosa y desafinada nota final. Nunca mejor dicho. El hombre, con los ojos inyectados en sangre, y lo que restaba del ukelele partido en la diestra señaló con el destrozado instrumento a su alrededor —¡SOVOTROS! ¡HIENAS DE UN HIJO! ¡LOS YO SOY TONTOS, NO SOVOTROS! ¡JAJAJAJA!
Pareciendo un demente, el hombre tomó la cesta y tiró hacia un lado el trozo de madera —ukelele— para sentarse a un lado. Los aplausos comenzaron a resonar, seguidos por mas burlas y acosos al pobre diablo.
«¡Y UNA MIERDA!»
Prefería ser molido a palos que dejar a una persona ser destrozada de esa manera. El Inuzuka empujó a varias personas, y sin importarle a éste quién fuese ese hombre, o cuán loco estuviese, se plantó en lo que aún conservaban como "escenario del loco".
—¡VERGÜENZA DEBERÍA DAROS! ¡REÍRSE ASÍ DE UNA PERSONA NO ESTÁ BIEN! ¡EL ES MAS VALIENTE QUE TODOS VOSOTROS JUNTOS! —sentenció el rastas, con los puños cerrados y gritando a toda voz al gentío.
Obviamente, las miradas se hincaron sobre éste. Bueno, las miradas y lo que no eran miradas. Antes lo fue el artista, y ahora era el Inuzuka, la dirección de las burlas y las mofas tan solo tomó otro objetivo. Que si iba a casarse con ese mendigo, que si su novio iba a ir algún día a hacerse la manicura...
«Mierda de sociedad...»
—¿Crees que si le regalamos un nuevo instrumento... al menos estaríamos haciendo algo bueno? —preguntó a su hermano.
—Wuruuuuuuwu
—Tío... —hizo un inciso el Inuzuka de rastas —cada vez hablas más raro, te lo digo en serio...
»Pero razón no te falta en lo que dices... puede que entrometerse sea como firmar una nota de suicidio. Ir contra todos no es siempre buena idea, a menos que tengas la certeza de que podrás contra todos. Pero no se puede ir contra el aquelarre sin tener agua bendita... hay que entrenar mas. Mucho mas.
El Inuzuka se dispuso a continuar con su camino, debía buscar qué hacer en lo que el abuelo terminaba sus negocios por la ciudad. El anciano había venido a promover aún mas la creciente fama del dojo familiar, y lo había arrastrado. Pero bueno, toda experiencia suma. Eso era algo que tenía bien claro el rastas, de toda situación se podía sacar algo positivo.
Para cuando se reincorporó, pudo observar que el gentío era atosigador. Era imposible moverse demasiado del sitio sin tropezar con dos o tres personas. El circo en que se había convertido esa calle rozaba lo demencial, y más aún teniendo en cuenta que no era en pos de donar dinero a ese pobre artista callejero. Pronto, la situación se vio un poco... diferente.
El pobre diablo paró de tocar, y dejó caer un profundo suspiro. Algunos se rieron nuevamente, afirmando que el hombre ya se había cansado de hacer el payaso. Eso entre los comentarios mas suaves. EL hombre agarró con fuerza el instrumento, y lo estrelló contra el suelo.
¡CRUUUUSHH!
Trozos de astillas saltaron en todas direcciones, acompañados de una estruendosa y desafinada nota final. Nunca mejor dicho. El hombre, con los ojos inyectados en sangre, y lo que restaba del ukelele partido en la diestra señaló con el destrozado instrumento a su alrededor —¡SOVOTROS! ¡HIENAS DE UN HIJO! ¡LOS YO SOY TONTOS, NO SOVOTROS! ¡JAJAJAJA!
Pareciendo un demente, el hombre tomó la cesta y tiró hacia un lado el trozo de madera —ukelele— para sentarse a un lado. Los aplausos comenzaron a resonar, seguidos por mas burlas y acosos al pobre diablo.
«¡Y UNA MIERDA!»
Prefería ser molido a palos que dejar a una persona ser destrozada de esa manera. El Inuzuka empujó a varias personas, y sin importarle a éste quién fuese ese hombre, o cuán loco estuviese, se plantó en lo que aún conservaban como "escenario del loco".
—¡VERGÜENZA DEBERÍA DAROS! ¡REÍRSE ASÍ DE UNA PERSONA NO ESTÁ BIEN! ¡EL ES MAS VALIENTE QUE TODOS VOSOTROS JUNTOS! —sentenció el rastas, con los puños cerrados y gritando a toda voz al gentío.
Obviamente, las miradas se hincaron sobre éste. Bueno, las miradas y lo que no eran miradas. Antes lo fue el artista, y ahora era el Inuzuka, la dirección de las burlas y las mofas tan solo tomó otro objetivo. Que si iba a casarse con ese mendigo, que si su novio iba a ir algún día a hacerse la manicura...
«Mierda de sociedad...»
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~