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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#11
Se podía ver a leguas que la kunoichi estaba notoriamente enfadada. Lo decía su lenguaje corporal, así como el fuego del averno que relucía en sus acusadores ojos. No tenía dudas, y no era el único conforme pasaban los segundos. El hombre no hacía mas que delatarse a sí mismo, como un ladrón primerizo al que pillan los de seguridad. Tan solo le faltaba derrumbarse ante la presión, y ponerse a llorar o algo similar. Pero el hombre insistía, se aferraba a que él no había hecho nada.

La chica insistió, sus pertenencias no habían desaparecido por arte de magia, o de chakra. En ese mismo instante, Etsu intentó dar una opción de rendición al vagabundo, brindándole la oportunidad de confesar y devolver las pertenencias ajenas. Pero nuevamente el músico negó tener algo que ver con el suceso. El de rastas tomó aire, y lo dejó escapar en un tendido suspiro de desdén. Ya tenían bien claro, que aunque no hubiese robado directamente, sabía quienes eran los culpables. Pero el hombre insistía en su inocencia...

¿Qué podían hacer?

Con la escasa distancia que los separaba como herramienta principal, Ayame inquirió que delatase al ladrón, o de lo contrario desvelarían al músico como cómplice de los robos ante el enfurecido gentío. No hacía falta mas que mirar un poco alrededor. Todos blandían una iracunda e irracional saña contra el más cercano, acusándolo del robo e incluso llegando a las manos. Todo era un caos, y eso que no estaban focalizados en una sola persona.

¿Se imaginan el posible resultado? Exacto, no saldría vivo de allí sin devolver las cosas, las tuviese o no.

N-no... ¡no nada sé! —negó por tercera ocasión, cual Judas.

¡Basta ya! Sabemos que has tenido algo que ver, y que encubres a alguien —sentenció el genin —me importa una mierda el dinero que tenía, pero no pienso pasar por alto a toda la gente que has fastidiado.

En-en sirio, no-

¡OÍDME TODOS! ¡ÉSTE HOM- —cortó el Inuzuka.

¡N-no! ¡réhabla! ¡réhabla! —apresuró el músico a cortar al chico.

Algunas miradas se clavarían sobre ellos, pero en realidad todos tenían sospechosos, o incluso peleas. La atención sobre el grupo fue efímera, aunque intensa. Por suerte o por desgracia, no fue a parar a más. El vagabundo aún miraba entre el público de vez en cuando, pero ahora que estaba entre la espada y la pared, no le quedaban opciones...

H-ha dosi... ha dosi... —los orbes del hombre se iluminaron, tanto o mas como los de un bebé al recibir el primer guantazo tras nacer —Hamurana Ino... ha dosi ella... —y el hombre estalló a llorar.

«Ostras... tío... tío...»

Al pobre Inuzuka le partía el corazón ver al hombre en esa condición, muy a pesar de su delito. Pero no podía hacer mucho por él, había sido él y no otro el que se había metido en esa situación. El hombre se agazapó, y terminó por clavar las rodillas en el suelo, tapándose el rostro con ambas manos en un vano intento de que los allí presentes no le viesen llorar.

Ha dosi ella... —escupió de nuevo, y cortó para tomar aire entre sollozos —tenía... atení breham... loso riquea merco.

El hombre, impulsado seguramente por los nervios y el llanto, hablaba cada vez peor. Pero por lo poco que se podía entender, una mujer había tenido algo que ver, y ya tenían su nombre. Miró a la kunoichi —¿lo creemos?

Ababauer —inquirió Akane, dando también su opinión.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~
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Mensajes en este tema
RE: En mosca cerrada no entran bocas - por Inuzuka Etsu - 27/04/2019, 14:43


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