29/04/2019, 18:36
El Morikage, Moyashi Kenzou, inclinó la tetera sobre su taza para servirse. El líquido, humeante y casi al punto de ebullición, como a él le gustaba, llenó el recipiente amenazando con derretirlo, pero no fue rival para su esófago, que aguantó el tipo bastante bien cuando, inmediatamente después de dejar la tetera en su sitio, Kenzou dio un buen sorbo.
—Ahhhh —disfrutó—, así me gusta, bien caliente. —Sí, sin duda hoy sus ayudantes le habían preparado el té bien. ¡Menudos pusilánimes! ¡El día anterior se habían quejado de que no podían ni transportarlo al despacho de lo caliente que estaba! "Pues cógelo del asa", había dicho él, con una risotada. Esa mañana había comprendido que ese no era el problema: sino que pecaban de piel sensible. ¡Bah! Había que tener la piel curtida, veterana, como la tenía él. ¡No tan fina como para quemarse con una simple tetera! ¡Lo que había que vivir!
Volvió a fijar la vista en el peculiar pergamino que había desplegado sobre el escritorio. Porque aquella no era una mañana cualquiera, no. Pocas veces se recibía una petición tan curiosa como aquella.
Pero había que responder a ella, claro.
Por eso había hecho llamar a dos de sus mejores ninjas: Sasagani Yota y Eikyu Juro. Ellos serían los encargados de llevar acabo aquella tarea. De hecho, hacía un buen rato ya que los había hecho llamar... debían de estar a punto de aparecer por la puerta. Si no, ¡iba a tener que ir a buscarlos él mismo!
Nah, no haría falta. Eran un poco vagos. ¡Pero diligentes! Sus ninjas. Se merecían lo mejor. Kenzou sonrió, y colocó bien las tazas que había reservado para ellos, que estaban torcidas.
«Así, con las dos asas hacia la derecha. Sí señor.»
—Ahhhh —disfrutó—, así me gusta, bien caliente. —Sí, sin duda hoy sus ayudantes le habían preparado el té bien. ¡Menudos pusilánimes! ¡El día anterior se habían quejado de que no podían ni transportarlo al despacho de lo caliente que estaba! "Pues cógelo del asa", había dicho él, con una risotada. Esa mañana había comprendido que ese no era el problema: sino que pecaban de piel sensible. ¡Bah! Había que tener la piel curtida, veterana, como la tenía él. ¡No tan fina como para quemarse con una simple tetera! ¡Lo que había que vivir!
Volvió a fijar la vista en el peculiar pergamino que había desplegado sobre el escritorio. Porque aquella no era una mañana cualquiera, no. Pocas veces se recibía una petición tan curiosa como aquella.
Pero había que responder a ella, claro.
Por eso había hecho llamar a dos de sus mejores ninjas: Sasagani Yota y Eikyu Juro. Ellos serían los encargados de llevar acabo aquella tarea. De hecho, hacía un buen rato ya que los había hecho llamar... debían de estar a punto de aparecer por la puerta. Si no, ¡iba a tener que ir a buscarlos él mismo!
Nah, no haría falta. Eran un poco vagos. ¡Pero diligentes! Sus ninjas. Se merecían lo mejor. Kenzou sonrió, y colocó bien las tazas que había reservado para ellos, que estaban torcidas.
«Así, con las dos asas hacia la derecha. Sí señor.»