30/04/2019, 15:56
Al parecer, Kazuma se había dejado llevar por alguna creencia popular acerca de los carniceros (y los payasos, por alguna razón), lo que dejó pensativa a Ranko, pues nunca lo había considerado. Le habían dado un número, por el cual le llamarían en caso de ganar, aparentemente. Oculto entre su calma, el peliblanco no se notaba demasiado animado o convencido de que lo lograría.
Ranko no sabía cómo subirle el ánimo o darle esperanza. Para ella, él era un buen poeta, o al menos lo suficientemente bueno. Y su presentación había sido interesante y buena, a pesar de lo rara que hubiese parecido. No obstante, Kazuma se mostró agradecido por la intención de la chica, lo cual le hizo devolverle una cálida sonrisa.
Mas lo que dijo después hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo entero, hasta su trenza: Kazuma insinuaba que ella podría participar, y él la apoyaría.
—Ehm… Y-y-yo… N-n-no, y-yo no, c-c-cla-claro que no. N-no creo q-que de… que de… deba. Q-que pu… Que pueda. L-lo s-s-s-siento.
La voz de Ranko disminuyó su volumen mientras repetía “yo no”, hasta que sus labios se tensaron el uno contra el otro. Se había vuelto a poner a como al inicio: roja, temblorosa y apenada a morir. Realmente lamentaba no poder ser partícipe y ponerse a la altura de Kazuma, pero es que simplemente no podría. Sabía que su cuerpo no respondería. Es más: ni siquiera estaba respondiendo en ese momento, fuera de gritar mentalmente como loca.
Ranko no sabía cómo subirle el ánimo o darle esperanza. Para ella, él era un buen poeta, o al menos lo suficientemente bueno. Y su presentación había sido interesante y buena, a pesar de lo rara que hubiese parecido. No obstante, Kazuma se mostró agradecido por la intención de la chica, lo cual le hizo devolverle una cálida sonrisa.
Mas lo que dijo después hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo entero, hasta su trenza: Kazuma insinuaba que ella podría participar, y él la apoyaría.
—Ehm… Y-y-yo… N-n-no, y-yo no, c-c-cla-claro que no. N-no creo q-que de… que de… deba. Q-que pu… Que pueda. L-lo s-s-s-siento.
La voz de Ranko disminuyó su volumen mientras repetía “yo no”, hasta que sus labios se tensaron el uno contra el otro. Se había vuelto a poner a como al inicio: roja, temblorosa y apenada a morir. Realmente lamentaba no poder ser partícipe y ponerse a la altura de Kazuma, pero es que simplemente no podría. Sabía que su cuerpo no respondería. Es más: ni siquiera estaba respondiendo en ese momento, fuera de gritar mentalmente como loca.
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