3/11/2015, 19:52
El sonido de sus pasos, chapoteando sobre el frío asfalto, acompañaba al suave susurro de la lluvia. La tormenta parecía estar cobrando fuerza, y pronto aquel susurro fue convirtiéndose paulatinamente en un pertinaz golpeteo que parecía hacer eco sobre la superficie del paraguas.
Pero Ayame era ajena a aquella circunstancia, observaba y escuchaba con curiosidad a Daruu. Y una sonrisa tembló en sus labios ante su respuesta.
—No me cabe duda... —respondió, y aunque fue consciente de que su afirmación parecía estar contestando al hecho de alcanzar a sus padres, lo cierto era que estaba respondiendo a sus anteriores palabras.
Sacudió ligeramente la cabeza, tratando de apartar aquellos molestos pensamientos de su mente.
—Y... ¿qué harás a partir de ahora? Quiero decir, nos acabamos de graduar. ¿Tienes algún tipo de meta en mente? —preguntó, y se agradeció para sus adentros que se le hubiese ocurrido un nuevo tema de conversación para salir al paso antes de que sus palabras se hubiesen visto ahogadas en un nuevo y denso silencio.
Otro trueno restalló como un látigo en el cielo, más fuerte que los anteriores, y Ayame se encogió ligeramente sobre sí misma en un respingo. Se aferraba con inconsciente fuerza al lirio que aún sostenía en su mano libre.
Pero Ayame era ajena a aquella circunstancia, observaba y escuchaba con curiosidad a Daruu. Y una sonrisa tembló en sus labios ante su respuesta.
—No me cabe duda... —respondió, y aunque fue consciente de que su afirmación parecía estar contestando al hecho de alcanzar a sus padres, lo cierto era que estaba respondiendo a sus anteriores palabras.
Sacudió ligeramente la cabeza, tratando de apartar aquellos molestos pensamientos de su mente.
—Y... ¿qué harás a partir de ahora? Quiero decir, nos acabamos de graduar. ¿Tienes algún tipo de meta en mente? —preguntó, y se agradeció para sus adentros que se le hubiese ocurrido un nuevo tema de conversación para salir al paso antes de que sus palabras se hubiesen visto ahogadas en un nuevo y denso silencio.
Otro trueno restalló como un látigo en el cielo, más fuerte que los anteriores, y Ayame se encogió ligeramente sobre sí misma en un respingo. Se aferraba con inconsciente fuerza al lirio que aún sostenía en su mano libre.