6/05/2019, 06:48
Púas.
Púas capaces de atravesar el calzado humano más grueso y dejarte con unos pinchones que luego rogarás a tu abuelita por piedad de no sentir aquella tortura. Y sin embargo, aquellas que podían tumbar a una persona al suelo cómo una lombriz de tierra, no llegaban siquiera a la talla de los clavos más gruesos de una herradura para trabajo. Hubo una suerte, de que no eran capaces de llegar hasta la parte de carne viva del caballo, pero eso no les hacía menos molestos.
—¡AEEARAG!— La muchacha chilló debido al tirón del caballo, justo cuando el bandolero se golpeaba contra ella y quedaba pegado debido al tirón de Galante.
—¡Upa!— Tomó las riendas por sobre Homura, la cuál no sabía si estaba más adolorida o avergonzada.—¡¡HOOOO!---- Intentó tranquilizarlo, pero el caballo bajó drásticamente la velocidad y pegaba de saltos como si estuviera a la mitad de un rodeo, amenazando con tirarlos a ambos.
Había una razón por la cuál Bandō nunca herró a su caballo: La talla promedio para carreras era muy pequeña, y encontrar quién pudiera fabricar una a medida para galante era difícil. Tenía la ventaja de tener un casco pando y grueso del shire, con la dureza y resistencia de la raza de terreno caluroso somo el mustang. Pero, aquellas púas piramidales eran igual o más incómodas que una herradura mal puesta, quitándole tracción y firmeza al galope.
—Sé que hace unos segundos te dije que no le dejaras sacar todo de un solo tiro pero, ¡al demonio! ¡CORRE HASTA EL INFIERNO GALANTE!— Le espoleó con las botas y este se alzó violento una última vez sobre sus patas traseras antes de echar una zigzagueate carrera a toda velocidad.
Iba dando tumbos, por lo que perdió terreno y estaba a unos treinta metros del camello del Uchiha.
Fueron muchos malos metros para él, pero estando ya sobre la marca de los últimos doscientos metros no podía retractarse, aún cuando tenía a una llorosa Homura por debajo de él con una pierna lastimada. Le daba mucho igual, que si no salía airoso de esa carrera esa misma chica a quién protegió iba a hundirlo en la más profunda de las miserias.
Púas capaces de atravesar el calzado humano más grueso y dejarte con unos pinchones que luego rogarás a tu abuelita por piedad de no sentir aquella tortura. Y sin embargo, aquellas que podían tumbar a una persona al suelo cómo una lombriz de tierra, no llegaban siquiera a la talla de los clavos más gruesos de una herradura para trabajo. Hubo una suerte, de que no eran capaces de llegar hasta la parte de carne viva del caballo, pero eso no les hacía menos molestos.
—¡AEEARAG!— La muchacha chilló debido al tirón del caballo, justo cuando el bandolero se golpeaba contra ella y quedaba pegado debido al tirón de Galante.
—¡Upa!— Tomó las riendas por sobre Homura, la cuál no sabía si estaba más adolorida o avergonzada.—¡¡HOOOO!---- Intentó tranquilizarlo, pero el caballo bajó drásticamente la velocidad y pegaba de saltos como si estuviera a la mitad de un rodeo, amenazando con tirarlos a ambos.
Había una razón por la cuál Bandō nunca herró a su caballo: La talla promedio para carreras era muy pequeña, y encontrar quién pudiera fabricar una a medida para galante era difícil. Tenía la ventaja de tener un casco pando y grueso del shire, con la dureza y resistencia de la raza de terreno caluroso somo el mustang. Pero, aquellas púas piramidales eran igual o más incómodas que una herradura mal puesta, quitándole tracción y firmeza al galope.
—Sé que hace unos segundos te dije que no le dejaras sacar todo de un solo tiro pero, ¡al demonio! ¡CORRE HASTA EL INFIERNO GALANTE!— Le espoleó con las botas y este se alzó violento una última vez sobre sus patas traseras antes de echar una zigzagueate carrera a toda velocidad.
Iba dando tumbos, por lo que perdió terreno y estaba a unos treinta metros del camello del Uchiha.
Fueron muchos malos metros para él, pero estando ya sobre la marca de los últimos doscientos metros no podía retractarse, aún cuando tenía a una llorosa Homura por debajo de él con una pierna lastimada. Le daba mucho igual, que si no salía airoso de esa carrera esa misma chica a quién protegió iba a hundirlo en la más profunda de las miserias.