7/05/2019, 01:56
La gente se acercó a donde estaba Homura, olvidándose por un momento del festival. Aquella muchacha era su patrona. Ya sea de forma directa e indirecta, existía un cierto aprecio hacia la chica. Fueron principalmente la tabernera y la esposa del alguacil quienes llegaron primero a socorrerla en lo que Utage traía ayuda.
—Bueno, supongo que sólo nos queda remover todos esos papeles que pusiste para darte tu premio— Rió rascándose la nuca con una mano mientras recibía la flor con la otra.
—¡ALTO AHÍ!— Dejó a Homura en los brazos de las dos señoras, mientras el caminaba casi cojeando hasta la posición de ellos. —¡ÉL HIZO TRAMPA! ¡USÓ ARMAS NINJA!— le señaló con el dedo.
—Ajá, ¿qué clase armas? ¿Siquiera tienes pruebas? No me vengas con una rabieta por perder— Arashi resopló.
—¡Las hay! Algo lastimó los cascos de galante— Puso los brazos como jarra.
—¿Y dónde está Galante?
—Pues, huyó por otra arma que usó, algo que hizo ruido. ¡Pero cuando lo encuentre podrán ver que hizo trampa!
—Claro, que conveniente. Justo no las tienes ahora y necesitas tiempo para falsificar las pruebas, ¿vas a traer algo de tu armería para joder a tu propio caballo sólo por tu berrinche?
Bandō por unos instantes se quedó en silencio. ¿De verdad le estaba pasando eso? La gente empezó a murmurar a su alrededor, cómo siempre lo habían hecho. Le miraban con desprecio, con desdén, como siempre lo habían hecho. Ganar la carrera en sus años, era una de las pocas cosas que le hacían sentir bien, porque al menos así le reconocían por ser bueno para algo. Pero Datsue había llegado a fastidiarlo de una manera tan rastrera que ni él mismo sería capaz de cometer. Jugó con sus emociones y su sentido del deber, además de usar trucos en contra de su montura. ¿Ayudarle a salvar a Homura? Estaba noventa y nueve por ciento seguro que allá en el templo las intenciones del Uchiha siempre fueron fastidiarle y arruinar su racha con aquella técnica que lo mandó a volar. Arriesgó demasiado en esa carrera, para que ahora ni siquiera le creyesen. Pero siempre, siempre había sido así. ¿Para eso le valió la libertad? Lo intentó, en verdad intentó ser una buena persona, pero la gente seguía sin darle confianza.
—Siempre debe haber alguien a quién echarle la culpa, ¿verdad?— Sonrío de forma descolocada —¡PORQUE NO IMPORTA LO QUE HAGA NUNCA ES SUFICIENTE PARA USTEDES!— Todos esperaban que explotara en quejas, en gritos. Lo que no calcularon, es que sacaría una navaja para clavársela en el estómago al alguacil.
—¿¡Querían motivos acusarme!? ¡PUES AHÍ LOS TIENEN!— sacó la navaja y el del bigote cayó al piso.
No era muy profunda la herida, puesto que esas navajas eran para cortar y no para clavar, pero eso no impidió que el alguacil se desangrara. Se sentó y se llevó la mano a la herida, cuando todos los presentes se le echaron al cuello a Bandō para apresarlo. El rubio no opuso resistencia y se dejó golpear.
—¡ARASHI!— Su esposa llegó con ojos llorosos —¿¡En serio has llegado a esto sólo por un dinero!?— Le dedicó una mirada de desaprobación al bandolero.
—Una hiena siempre será una hiena— Escupió sangre tras decir eso.
—Para que responder si nunca me escuchan...
Para todos ahí, él solo era un engreído. Un mal perdedor.
—Bueno, supongo que sólo nos queda remover todos esos papeles que pusiste para darte tu premio— Rió rascándose la nuca con una mano mientras recibía la flor con la otra.
—¡ALTO AHÍ!— Dejó a Homura en los brazos de las dos señoras, mientras el caminaba casi cojeando hasta la posición de ellos. —¡ÉL HIZO TRAMPA! ¡USÓ ARMAS NINJA!— le señaló con el dedo.
—Ajá, ¿qué clase armas? ¿Siquiera tienes pruebas? No me vengas con una rabieta por perder— Arashi resopló.
—¡Las hay! Algo lastimó los cascos de galante— Puso los brazos como jarra.
—¿Y dónde está Galante?
—Pues, huyó por otra arma que usó, algo que hizo ruido. ¡Pero cuando lo encuentre podrán ver que hizo trampa!
—Claro, que conveniente. Justo no las tienes ahora y necesitas tiempo para falsificar las pruebas, ¿vas a traer algo de tu armería para joder a tu propio caballo sólo por tu berrinche?
Bandō por unos instantes se quedó en silencio. ¿De verdad le estaba pasando eso? La gente empezó a murmurar a su alrededor, cómo siempre lo habían hecho. Le miraban con desprecio, con desdén, como siempre lo habían hecho. Ganar la carrera en sus años, era una de las pocas cosas que le hacían sentir bien, porque al menos así le reconocían por ser bueno para algo. Pero Datsue había llegado a fastidiarlo de una manera tan rastrera que ni él mismo sería capaz de cometer. Jugó con sus emociones y su sentido del deber, además de usar trucos en contra de su montura. ¿Ayudarle a salvar a Homura? Estaba noventa y nueve por ciento seguro que allá en el templo las intenciones del Uchiha siempre fueron fastidiarle y arruinar su racha con aquella técnica que lo mandó a volar. Arriesgó demasiado en esa carrera, para que ahora ni siquiera le creyesen. Pero siempre, siempre había sido así. ¿Para eso le valió la libertad? Lo intentó, en verdad intentó ser una buena persona, pero la gente seguía sin darle confianza.
—Siempre debe haber alguien a quién echarle la culpa, ¿verdad?— Sonrío de forma descolocada —¡PORQUE NO IMPORTA LO QUE HAGA NUNCA ES SUFICIENTE PARA USTEDES!— Todos esperaban que explotara en quejas, en gritos. Lo que no calcularon, es que sacaría una navaja para clavársela en el estómago al alguacil.
—¿¡Querían motivos acusarme!? ¡PUES AHÍ LOS TIENEN!— sacó la navaja y el del bigote cayó al piso.
No era muy profunda la herida, puesto que esas navajas eran para cortar y no para clavar, pero eso no impidió que el alguacil se desangrara. Se sentó y se llevó la mano a la herida, cuando todos los presentes se le echaron al cuello a Bandō para apresarlo. El rubio no opuso resistencia y se dejó golpear.
—¡ARASHI!— Su esposa llegó con ojos llorosos —¿¡En serio has llegado a esto sólo por un dinero!?— Le dedicó una mirada de desaprobación al bandolero.
—Una hiena siempre será una hiena— Escupió sangre tras decir eso.
—Para que responder si nunca me escuchan...
Para todos ahí, él solo era un engreído. Un mal perdedor.