11/05/2019, 20:22
El pobre músico se agachó en completo silencio, sin dejar de temblar. Se desató un poco la cuerda que hacía las veces de cinturón y sujetaban la ropa a su maltrecho cuerpo y dejó a la vista parte de su espalda. Ayame palideció repentinamente. Golpes, contusiones, moratones... incluso marcas de dientes llenaban su espalda.
—¿Pero qué...?
—Alle... alle... —farfullaba, incapaz de completar la frase.
Pero no era necesario. Los dos ninjas habían comprendido a la perfección qué era lo que estaba pasando allí y ahora era Ayame la que temblaba, apretando sendos puños. Fue entonces cuando una voz la sobresaltó:
—Chicos, márchense de aquí ahora mismo, éste no es lugar para... —Uno de los guardias de la ciudad se había acercado a ellos al verlos por allí, pero se interrumpió bruscamente cuando les echó un vistazo—. ¡Oh! perdonad, no había visto las bandanas... muchas gracias por la ayuda, señores. Pero tengan cuidado, al parecer hay por la zona un ladrón bien diestro. Estamos trabajando en solucionar la situación.
—Muchas gracias, señor —respondió el de Kusagakure.
Ayame se limitó a inclinar la cabeza, en respetuoso silencio. Estaba demasiado alterada como para pronunciar palabra, por lo que prefirió que fuera su nuevo compañero el que hablara por ella. Este, después de que el guardia se hubo marchado, se acercó hasta el músico y le apoyó una mano en el hombro con gesto conciliador.
—Tranquilo, vamos a solucionar el problema. Esa mujer no va a seguir fastidiando a quien le da la gana, no pienso permitirlo —dijo, antes de volverse hacia ella—. ¿Contamos con tu ayuda? Por cierto, mi nombre es Inuzuka Etsu.
—¡Por supuesto! Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —se presentó con una renovada inclinación de cabeza—. Pero, ¿crees que es buena idea que le dejemos solo? Esa mujer podría volver y... Quizás podría dejar un clon con él, sólo por si acaso.
—¿Pero qué...?
—Alle... alle... —farfullaba, incapaz de completar la frase.
Pero no era necesario. Los dos ninjas habían comprendido a la perfección qué era lo que estaba pasando allí y ahora era Ayame la que temblaba, apretando sendos puños. Fue entonces cuando una voz la sobresaltó:
—Chicos, márchense de aquí ahora mismo, éste no es lugar para... —Uno de los guardias de la ciudad se había acercado a ellos al verlos por allí, pero se interrumpió bruscamente cuando les echó un vistazo—. ¡Oh! perdonad, no había visto las bandanas... muchas gracias por la ayuda, señores. Pero tengan cuidado, al parecer hay por la zona un ladrón bien diestro. Estamos trabajando en solucionar la situación.
—Muchas gracias, señor —respondió el de Kusagakure.
Ayame se limitó a inclinar la cabeza, en respetuoso silencio. Estaba demasiado alterada como para pronunciar palabra, por lo que prefirió que fuera su nuevo compañero el que hablara por ella. Este, después de que el guardia se hubo marchado, se acercó hasta el músico y le apoyó una mano en el hombro con gesto conciliador.
—Tranquilo, vamos a solucionar el problema. Esa mujer no va a seguir fastidiando a quien le da la gana, no pienso permitirlo —dijo, antes de volverse hacia ella—. ¿Contamos con tu ayuda? Por cierto, mi nombre es Inuzuka Etsu.
—¡Por supuesto! Yo soy Aotsuki Ayame, es un placer —se presentó con una renovada inclinación de cabeza—. Pero, ¿crees que es buena idea que le dejemos solo? Esa mujer podría volver y... Quizás podría dejar un clon con él, sólo por si acaso.