13/05/2019, 15:41
Más adelante, las huellas seguían entremezcladas. Más pronto que tarde, cuando la luz del sol de la tarde finalmente parecía estar recuperando su terreno frente a las grises nubes, escuchó un relincho, y luego otro, y otro, y otro. Una manada entera de caballos salvajes, los cuales corrían libres en el páramo cerca de lo que parecían ser ruinas de una ciudad en abandono de la cuál apenas quedaban un par de pozos de agua a la intemperie, ya que el resto de edificaciones estaban derruidas a tal punto de que sólo eran paredes sin techo medianamente sepultadas bajo la arena y con una muy buena cantidad de vegetación seca en la zona.
Algunos simplemente ignoraron la presencia de la yegua roja, aunque otros parecían caminar más lento e inclinar las orejas un poco hacia atrás al notar al jinete en su territorio. ¿Estaría Galante escondido por ahí?
Sería entonces cuando un quejido más humano sería audible, tratándose este del joven Yotsuki que estaba a medio camino entre la inconsciencia y la realidad, llevándose una mano a la sien mientras apretaba los ojos.
—Mierda... ¿Qué pasó?— Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba encima de un caballo y menos de que Datsue estaba con él.
El camello finalmente se levantó ante el arreo de su dueño, caminando despacio pero seguro con rumbo al establo, pudiendo regresar al corral que tenían asignados por la esposa del alguacil.
Algunos simplemente ignoraron la presencia de la yegua roja, aunque otros parecían caminar más lento e inclinar las orejas un poco hacia atrás al notar al jinete en su territorio. ¿Estaría Galante escondido por ahí?
Sería entonces cuando un quejido más humano sería audible, tratándose este del joven Yotsuki que estaba a medio camino entre la inconsciencia y la realidad, llevándose una mano a la sien mientras apretaba los ojos.
—Mierda... ¿Qué pasó?— Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba encima de un caballo y menos de que Datsue estaba con él.
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El camello finalmente se levantó ante el arreo de su dueño, caminando despacio pero seguro con rumbo al establo, pudiendo regresar al corral que tenían asignados por la esposa del alguacil.