14/05/2019, 14:46
La yegua finalmente avanzó, pero agachaba la cabeza en señal de mansedumbre ante las amenazantes miradas de los machos de la manadaaa salvaje. Ya no tenía su trote coqueto, sino que su andar era lento. Fue esto, lo que hizo que los cimarrones le dejaran pasar, pero no sin mantener la cautela.
El rastro continuaría hasta la mitad del pueblo, pero pronto algo no estaría bien. Y no porque faltara algo, sino porque sobraba. Y lo que sobraba eran huellas humanas, las de una sola persona, que por cierto, calzaba grande. Ambas pisadas se unieron, animal y humano, y caminaron juntas hasta el interior del pueblo. ¿Por qué Galante había venido aquí?
Más adentro, era apreciable otro edifico derruido sin paredes, pero que al conservar tres de sus vigas tenía medio techo aún sostenido, sirviendo como improvisado tinglado en aquel lugar. Si el Uchiha era precavido y quería guardar sigilo, al acercarse notaría que los makibishi estaban tirados fuera en el camino. ¿Quién se los había quitado? ¿Aquel misterioso sujeto? Pronto, otro de los makibishi salió volando desde la dirección del edificio en ruinas, y una voz ronca habló.
—¿Quién te hizo esto, eh muchacho?— Dijo la voz.
Debajo del improvisado cobertizo, estaba Galante acostado, y un hombre que aparentaba entre los cincuenta y sesenta años le revisaba las patas. Era moreno, de rastas y con algunas canas. Llevaba una barba de habérsela cortado mal en la última semana y sus ropas eran andrajosas. Y sin embargo, tenía un aire extraño y místico, algo que te decía a simple vista que no era alguien normal. Se arrastró sin levantarse y continuó examinándole las patas traseras, quitando el resto de las púas y lanzándolas lejos.
¿Un vago? ¿El último sobreviviente del pueblo? ¿Datsue iba a averiguarlo?
El rastro continuaría hasta la mitad del pueblo, pero pronto algo no estaría bien. Y no porque faltara algo, sino porque sobraba. Y lo que sobraba eran huellas humanas, las de una sola persona, que por cierto, calzaba grande. Ambas pisadas se unieron, animal y humano, y caminaron juntas hasta el interior del pueblo. ¿Por qué Galante había venido aquí?
Más adentro, era apreciable otro edifico derruido sin paredes, pero que al conservar tres de sus vigas tenía medio techo aún sostenido, sirviendo como improvisado tinglado en aquel lugar. Si el Uchiha era precavido y quería guardar sigilo, al acercarse notaría que los makibishi estaban tirados fuera en el camino. ¿Quién se los había quitado? ¿Aquel misterioso sujeto? Pronto, otro de los makibishi salió volando desde la dirección del edificio en ruinas, y una voz ronca habló.
—¿Quién te hizo esto, eh muchacho?— Dijo la voz.
Debajo del improvisado cobertizo, estaba Galante acostado, y un hombre que aparentaba entre los cincuenta y sesenta años le revisaba las patas. Era moreno, de rastas y con algunas canas. Llevaba una barba de habérsela cortado mal en la última semana y sus ropas eran andrajosas. Y sin embargo, tenía un aire extraño y místico, algo que te decía a simple vista que no era alguien normal. Se arrastró sin levantarse y continuó examinándole las patas traseras, quitando el resto de las púas y lanzándolas lejos.
¿Un vago? ¿El último sobreviviente del pueblo? ¿Datsue iba a averiguarlo?