19/05/2019, 21:02
«Oh, así que... ellos también tienen sus disputas» —se dijo introspectivamente, mientras escuchaba la fatídica historia de cómo el antiguo rey había sido asesinado por una nueva gobernante del mar. Umikiba Kaido no supo como sentirse con la noticia: por un lado, siempre creyó, por palabras de Daseru, que él estaba destinado a conocer a ese tal Torasu. Que el gran amo de los océanos estaba esperando a que la leyenda del Umi no Shisoku renaciera entre sal y agua, como contaban los cánones de la historia. Que, quizás, sería su próximo heredero.
Ahora los planes habían cambiado, no obstante. Cuando la corona cambia de lomo, y son otros dientes lo que rigen la ley en las profundidades, uno nunca sabe en qué escala de la cadena alimenticia se encuentra. Por lo que a él respecta, la nueva reina podría comérselo apenas lo viera vivo en su territorio.
Trató de imaginar como era ella. Tenía que ser grande. Fuerte. Poderosa como ningún otro tiburón.
—No le temo a nada, mucho menos a los míos. Lo que deba ser, será. Que la reina así lo decida —advirtió, confianzudo y extremadamente valiente—. no volveré a la superficie sin haber cumplido con la profecía del Umi no Shisoku.
Ahora los planes habían cambiado, no obstante. Cuando la corona cambia de lomo, y son otros dientes lo que rigen la ley en las profundidades, uno nunca sabe en qué escala de la cadena alimenticia se encuentra. Por lo que a él respecta, la nueva reina podría comérselo apenas lo viera vivo en su territorio.
Trató de imaginar como era ella. Tenía que ser grande. Fuerte. Poderosa como ningún otro tiburón.
—No le temo a nada, mucho menos a los míos. Lo que deba ser, será. Que la reina así lo decida —advirtió, confianzudo y extremadamente valiente—. no volveré a la superficie sin haber cumplido con la profecía del Umi no Shisoku.