20/05/2019, 00:44
Y precisamente, porque le estaban observando; no estaba en la labor de decepcionar a nadie. Menos a sí mismo.
Era perfectamente consciente que su arremetida inicial podría no ser suficiente. Pero no iba a rendirse tan fácil. El gyojin recibió el aletazo sin pudor y se mantuvo cercano al león en un nado serpentino que le permitió llegar hasta el lomo, de nuevo, y rodear la cabeza de la foca mientras sus pies descalzos se ataban en un nudo alrededor de su aleta. Al unir las manos a nivel del cuello, no obstante, Kaido realizó un sello e invocó a la bendición amenokami, una vez más.
Su cuerpo antropomórfico sufrió finalmente una inyección de agua, y sus características físicas se vieron enaltecidas por la humedad concentrada que de a poco se acumulaba alrededor de todos sus músculos. Mientras más crecía, mayor era su fuerza, y mientras mayor era su fuerza, más poderoso era su agarre sobre el león. Entonces sus brazos potenciados dejaron de ser un anzuelo para convertirse en un ancla que caería con todo su peso en la vértebra del león. Codos sobre el lomo, manos sobre el hocico. Y apretar, apretar, apretar... hasta quebrarlo en dos.
Era perfectamente consciente que su arremetida inicial podría no ser suficiente. Pero no iba a rendirse tan fácil. El gyojin recibió el aletazo sin pudor y se mantuvo cercano al león en un nado serpentino que le permitió llegar hasta el lomo, de nuevo, y rodear la cabeza de la foca mientras sus pies descalzos se ataban en un nudo alrededor de su aleta. Al unir las manos a nivel del cuello, no obstante, Kaido realizó un sello e invocó a la bendición amenokami, una vez más.
Su cuerpo antropomórfico sufrió finalmente una inyección de agua, y sus características físicas se vieron enaltecidas por la humedad concentrada que de a poco se acumulaba alrededor de todos sus músculos. Mientras más crecía, mayor era su fuerza, y mientras mayor era su fuerza, más poderoso era su agarre sobre el león. Entonces sus brazos potenciados dejaron de ser un anzuelo para convertirse en un ancla que caería con todo su peso en la vértebra del león. Codos sobre el lomo, manos sobre el hocico. Y apretar, apretar, apretar... hasta quebrarlo en dos.