21/05/2019, 20:17
Dentro de la clínica, en la sección de los pocos cuartos para pacientes, el alguacil estaba vendado por la cintura, con la camisa media abierta, sentado de mala gana. Si bien su esposa trataba de obligarle a reposar, el gran caballero del mostacho se negaba a mostrarse débil. Estaba deseoso por volver a trabajar en su puesto, pero había decir que temía por recibir un golpe de los brazos de su mujer, de los cuales sabía eran mucho más potentes que los suyos propios. Ella era la única que podía sentar a ese pesado hombre.
—¡Oh Datsue-kun!— saludó. —Mejor, mejor. El señor Hayashi dijo que la herida no penetró en ningún órgano vital. Me gustaría poder acompañarte en el festejo de esta noche, pero dudo que me dejen— Miró nervioso a su mujer.
—Tú te quedas aquí.
El doctor Hayashi se encontraba ahora revisando a otros tantos pacientes en la sala, pues quiera que no, muchos resultaron bastante maltrechos luego del gran incidente del arrancón inicial de la carrera. Sin Asobu para obrar milagros, ahora estaba sobresaturado.
—¡Oh Datsue-kun!— saludó. —Mejor, mejor. El señor Hayashi dijo que la herida no penetró en ningún órgano vital. Me gustaría poder acompañarte en el festejo de esta noche, pero dudo que me dejen— Miró nervioso a su mujer.
—Tú te quedas aquí.
El doctor Hayashi se encontraba ahora revisando a otros tantos pacientes en la sala, pues quiera que no, muchos resultaron bastante maltrechos luego del gran incidente del arrancón inicial de la carrera. Sin Asobu para obrar milagros, ahora estaba sobresaturado.