22/05/2019, 00:13
—Ah, claro. Al final va a resultar que Bandō tenía razón...— espetó con voz seca. —No las tengo yo aquí, ¿para qué demonios iba a estar cargándolas? Están en la oficina del hotel, ve por ellas si quieres.
Removió el hombro con su poca fuerza de civil a ver si lograba safarse de su agarre.
Afuera, Arashi y Mano Cortada estaban intentando plantarle cara a Shunsuke, y por plantarle cara entiéndase que estaban temblando como gelatinas sobre la tapadera de una licuadora en funcionamiento.
—Si a la cuenta de tres no me dicen donde está, voy a buscarlo por cada casa, callejón o basurero de este sitio.
—¡Él no está aquí! No nos involucres.
—Él se fue del pueblo hace mucho, hace un par de horas. Cobró el premio de la carrera y se largó de aquí.
Shunsuke parpadeó por unos instantes. Normalmente iba a creerse cualquier cosa, pero sabía que aquello era imposible. Entrecerró el ojo de forma peligrosa. El tuerto sabía que eso no era posible, pues lo encontró en el desierto y le entregó incluso la yegua de la pelirroja. Estaba muy confundido, algo no andaba bien.
—¿Y si el del desierto era un clon?— Le susurró el ave en el oído.
Shunsuke dejó de estar molesto, víctima de la duda. Su aura amenazante había desaparecido, por ahora.
—¿Y que hay del otro mocoso?
—¡Eso deberíamos preguntártelo nosotros a ti!— Le acusó con el dedo.
—Maldito desgraciado, que Datsue nos contó que tuvo que detenerte a ti de saquear el templo y salvar a Bandō y a Rōga.
Shunsuke estaba ahora perplejo. Siempre había sido de luces cortas, un tipo fácil de engañar. Pero ahora desenredando los hilos.
—¡Shunsuke! Sé lo que estás pensando, pero Tenma-sama tiene órdenes de- PUFF. La guacamaya desapareció.
Antes, sólo estaba molesto. Ahora estaba iracundo. No sabía porqué, pero lo estaba.
—Uno...
Arashi echó a correr de regreso a la clínica.
Removió el hombro con su poca fuerza de civil a ver si lograba safarse de su agarre.
Afuera, Arashi y Mano Cortada estaban intentando plantarle cara a Shunsuke, y por plantarle cara entiéndase que estaban temblando como gelatinas sobre la tapadera de una licuadora en funcionamiento.
—Si a la cuenta de tres no me dicen donde está, voy a buscarlo por cada casa, callejón o basurero de este sitio.
—¡Él no está aquí! No nos involucres.
—Él se fue del pueblo hace mucho, hace un par de horas. Cobró el premio de la carrera y se largó de aquí.
Shunsuke parpadeó por unos instantes. Normalmente iba a creerse cualquier cosa, pero sabía que aquello era imposible. Entrecerró el ojo de forma peligrosa. El tuerto sabía que eso no era posible, pues lo encontró en el desierto y le entregó incluso la yegua de la pelirroja. Estaba muy confundido, algo no andaba bien.
—¿Y si el del desierto era un clon?— Le susurró el ave en el oído.
Shunsuke dejó de estar molesto, víctima de la duda. Su aura amenazante había desaparecido, por ahora.
—¿Y que hay del otro mocoso?
—¡Eso deberíamos preguntártelo nosotros a ti!— Le acusó con el dedo.
—Maldito desgraciado, que Datsue nos contó que tuvo que detenerte a ti de saquear el templo y salvar a Bandō y a Rōga.
Shunsuke estaba ahora perplejo. Siempre había sido de luces cortas, un tipo fácil de engañar. Pero ahora desenredando los hilos.
—¡Shunsuke! Sé lo que estás pensando, pero Tenma-sama tiene órdenes de- PUFF. La guacamaya desapareció.
Antes, sólo estaba molesto. Ahora estaba iracundo. No sabía porqué, pero lo estaba.
—Uno...
Arashi echó a correr de regreso a la clínica.