22/05/2019, 00:39
(Última modificación: 22/05/2019, 00:39 por Amedama Daruu.)
Bienvenida, año 219
Eran las cuatro de la tarde. Amedama Kiroe se ocupaba un día más de su Pastelería de Kiroe-chan, una bonita cafetería rústica, un rincón de tonos pastel en medio de una urbe de gris y azul metalizado, de cañerías, cemento, vidrio y metal. Kiroe había sido hace tiempo una combatiente muy habilidosa, aunque luego pasó a dedicarse al espionaje, a la entrega de información y a la caza de indiscretos y desleales, una actividad a la que recientemente había vuelto con gran devoción. Pero ahora su mayor devoción esa era maldita mancha de café en la barra, que la hija de puta no se iba ni restregándola con un estropajo. Suspiró exasperada y lo dejó estar. Ya lidiaría con ella en otro momento.
La cafetería estaba vacía a esa hora del día. Muy pocas eran las personas que pasaban después de comer a tomar un café o un bollo. En realidad, había una de ellas que solía hacerlo habitualmente, aunque últimamente no se le veía mucho.
La puerta de la Pastelería de Kiroe-chan se abrió. Las campanillas de cristal, estratégicamente colocadas, cantaron alegremente anunciando la llegada precisamente del chico en el que Kiroe estaba pensando.
—¡Mogura-kun! ¡Cuánto tiempo! —Instintivamente, Kiroe se acercó al mostrador donde exhibía sus mejores creaciones y comenzó a cortar un trozo de pastel de fresa.