22/05/2019, 03:40
(Última modificación: 22/05/2019, 04:46 por King Roga. Editado 9 veces en total.
Razón: No había ledído una parte de tu post y tuve que añadir cosas.
)
La escena a continuación, era pocas veces vista. Pocas veces ibas a estar presente para presenciar la batalla entre dos shinobi de alto calibre cómo lo eran ese par. Kid, veterano de guerras y de no tantas. Un tipo que solía hablar mucho cuando se sentía valiente y huía con el rabo entre las patas cuando estaba en desventaja. Shunsuke, letal cómo el sólo, pero con un corazón bondadoso que le obligaba a reprimirse la mayor parte del tiempo. En ese corto lapsus en el que Datsue y Mano Cortada hablaron, los otros dos adultos se estaban dando por donde ni siquiera sus madres les dieron.
—Te dije que ya no eras mi enemigo— Clavó su ojo en el anciano.
Kid se abalanzó nuevamente sobre Shunsuke por el lado derecho, sabiendo que le era difícil predecir los ataques que caían por su costado. Con lo que no contaba el moreno, es que el tuerto extendería su mano izquierda soltando un único hilo de chakra desde su índice que le atraparía la muñeca, frenándolo en seco.
—¡No me fastidies!— Sonrió, creyendo que podía emplear su extrema fuerza para romper aquella insignificante técnica. Poco a poco sus comisuras bajaron al verse retenido.
El tuerto levantó a Kid con la misma facilidad que el viento del otoño al llevarse las hojas caídas. Le hizo agacharse para estrellarlo en el piso y luego lo azotó contra el muro contiguo de un edificio cercano. Obviamente, seguía sin soltar el agarre.
—¿¡Pero qué le dieron de comer a este niño!?— Habló Kid con su cuerpo incrustado en la pared de madera, que a decir verdad, aquellas tablas sufrieron más daño que el propio anciano. Pese a que Shunsuke estaba cerca de llegar a los treinta, para el de rastas cualquiera era joven a su lado.
Durante un instante el Takanashi alzó la ceja, notando como su rival no parecía tener más que rasguños. A una persona normal le hubiese raspado la piel y cómo mínimo lo dejaría con un par de moretones, pero aquel exiliado era más duro de roer de lo que creyó. Fue entonces que el tuerto se sacudió, dejando que al menos diez shurikens cayeran al piso, para luego levantarse solas. Oh sí, solas, cómo si tuviera jodida telequinesis. Estaban todas a su alrededor, listas para salir disparadas en cualquier momento, pero se contenía, cómo siempre.
Mano Cortada se sintió entonces, como un guijarro al contemplar aquello. Pese a ser un gigantón mucho más enorme que esos dos, la diferencia era abismal. Incluso con Datsue, sabía que él no tenía nada que pintar en ese asunto.
—¿¡Dónde puede estar Rōga!?— Gritó a viva voz, tomando de los brazos al clon del Uchiha que se había quedado en el sitio.
Shunsuke y Kid se refrenaron un segundo, o mejor dicho, Kid, porque Shunsuke estaba con la guardia alta sin confiar ya en nadie.
—Don...— Acalló por el dolor del brazo.
Click. Kid tuvo un instante de lucidez en medio de su rabia de batalla. ¿Un mandadero de su viejo amigo Shishio? Sin embargo, sabía que si eso era verdad, no cometería una locura cómo la de destruir el arma. Entonces se recordó, del ataúd de telas que llevaba el Datsue original. Dudaba enormemente, pero luego de que el propio Datsue lo intentó quemar vivo confiaba igual o menos que en jodido tuerto. Creyó encontrar una oportunidad.
—Cálmate, cálmate. No quise que esto llegara a estos extremos...— Ahí estaba sacando la bandera blanca cuando la polea jalaba más al otro lado. —Suéltame. Que ahora sólo quiero hablar con el hijo de puta que tuvo la idea de tirar todo a la mierda y profanar no sólo a este pueblo sino al legado que mi mejor amigo y yo nos esforzamos tanto en proteger.
Shunsuke no se movió de su sitio, estaba expectante al clon y a Mano Cortada, aunque tenía una mueca de que le dolía de los mil infiernos, teniendo incluso que apoyar el canto de la zurda para sostenerse la diestra con esfuerzo.
Tanto el castaño cómo el de las rastas, torcieron el cuello al ver que el nuevo clon de sombras huía del sitio. Los dos, se vieron a las caras, asintieron. Los dos tenían algo en común, y esa era la mala espina que les dio Datsue. En un inicio, ambos se dieron duro, pero no estaban dispuestos tampoco a matarse entre ellos para que el Uchiha se lavase las manos luego de provocarlos a ambos.
Shunsuke soltó al moreno y las estrellas cayeron al piso, Kid, se salió de la pared y se sobó la muñeca.
En los establos, la mujer del alguacil estaba gimoteando mientras revisaba uno por uno a los animales. Vio a Datsue llegar con Flamarea, y corrió desesperada hasta él.
—¡Datsue-kun!— Dijo aterrorizada. —El tuerto, ¡el tuerto atacó al pueblo!— sollozó.
»Estaba tu otro tú en la clínica, que por alguna razón surgió una pelea entre él y Utage, mi marido corrió a ver que pasaba pero luego... ¡El loco peligroso del que nos hablaste cortó los edificios!
—Te dije que ya no eras mi enemigo— Clavó su ojo en el anciano.
Kid se abalanzó nuevamente sobre Shunsuke por el lado derecho, sabiendo que le era difícil predecir los ataques que caían por su costado. Con lo que no contaba el moreno, es que el tuerto extendería su mano izquierda soltando un único hilo de chakra desde su índice que le atraparía la muñeca, frenándolo en seco.
—¡No me fastidies!— Sonrió, creyendo que podía emplear su extrema fuerza para romper aquella insignificante técnica. Poco a poco sus comisuras bajaron al verse retenido.
El tuerto levantó a Kid con la misma facilidad que el viento del otoño al llevarse las hojas caídas. Le hizo agacharse para estrellarlo en el piso y luego lo azotó contra el muro contiguo de un edificio cercano. Obviamente, seguía sin soltar el agarre.
—¿¡Pero qué le dieron de comer a este niño!?— Habló Kid con su cuerpo incrustado en la pared de madera, que a decir verdad, aquellas tablas sufrieron más daño que el propio anciano. Pese a que Shunsuke estaba cerca de llegar a los treinta, para el de rastas cualquiera era joven a su lado.
Durante un instante el Takanashi alzó la ceja, notando como su rival no parecía tener más que rasguños. A una persona normal le hubiese raspado la piel y cómo mínimo lo dejaría con un par de moretones, pero aquel exiliado era más duro de roer de lo que creyó. Fue entonces que el tuerto se sacudió, dejando que al menos diez shurikens cayeran al piso, para luego levantarse solas. Oh sí, solas, cómo si tuviera jodida telequinesis. Estaban todas a su alrededor, listas para salir disparadas en cualquier momento, pero se contenía, cómo siempre.
Mano Cortada se sintió entonces, como un guijarro al contemplar aquello. Pese a ser un gigantón mucho más enorme que esos dos, la diferencia era abismal. Incluso con Datsue, sabía que él no tenía nada que pintar en ese asunto.
—¿¡Dónde puede estar Rōga!?— Gritó a viva voz, tomando de los brazos al clon del Uchiha que se había quedado en el sitio.
Shunsuke y Kid se refrenaron un segundo, o mejor dicho, Kid, porque Shunsuke estaba con la guardia alta sin confiar ya en nadie.
—Don...— Acalló por el dolor del brazo.
Click. Kid tuvo un instante de lucidez en medio de su rabia de batalla. ¿Un mandadero de su viejo amigo Shishio? Sin embargo, sabía que si eso era verdad, no cometería una locura cómo la de destruir el arma. Entonces se recordó, del ataúd de telas que llevaba el Datsue original. Dudaba enormemente, pero luego de que el propio Datsue lo intentó quemar vivo confiaba igual o menos que en jodido tuerto. Creyó encontrar una oportunidad.
—Cálmate, cálmate. No quise que esto llegara a estos extremos...— Ahí estaba sacando la bandera blanca cuando la polea jalaba más al otro lado. —Suéltame. Que ahora sólo quiero hablar con el hijo de puta que tuvo la idea de tirar todo a la mierda y profanar no sólo a este pueblo sino al legado que mi mejor amigo y yo nos esforzamos tanto en proteger.
Shunsuke no se movió de su sitio, estaba expectante al clon y a Mano Cortada, aunque tenía una mueca de que le dolía de los mil infiernos, teniendo incluso que apoyar el canto de la zurda para sostenerse la diestra con esfuerzo.
Tanto el castaño cómo el de las rastas, torcieron el cuello al ver que el nuevo clon de sombras huía del sitio. Los dos, se vieron a las caras, asintieron. Los dos tenían algo en común, y esa era la mala espina que les dio Datsue. En un inicio, ambos se dieron duro, pero no estaban dispuestos tampoco a matarse entre ellos para que el Uchiha se lavase las manos luego de provocarlos a ambos.
Shunsuke soltó al moreno y las estrellas cayeron al piso, Kid, se salió de la pared y se sobó la muñeca.
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En los establos, la mujer del alguacil estaba gimoteando mientras revisaba uno por uno a los animales. Vio a Datsue llegar con Flamarea, y corrió desesperada hasta él.
—¡Datsue-kun!— Dijo aterrorizada. —El tuerto, ¡el tuerto atacó al pueblo!— sollozó.
»Estaba tu otro tú en la clínica, que por alguna razón surgió una pelea entre él y Utage, mi marido corrió a ver que pasaba pero luego... ¡El loco peligroso del que nos hablaste cortó los edificios!