22/05/2019, 15:12
Kaido siempre creyó fervientemente que estaba preparado para vivir en el océano cuando su alma así lo pidiera. Tenía en mente que, algún día, cuando no tuviese más que una irrisoria soledad en Oonindo, lo único que le quedaría por hacer sería sumergirse en el mar y encontrar nuevos horizontes allí en sus oscuras y vastas profundidades. Pero cuando un tiburón lleva demasiado tiempo fuera del agua, acaba perdiendo facultades.
Poder respirar con sus branquias era un beneficio innegable para todo aquel que se hiciera llamar Umi no Shisoku. Las condiciones para adaptarse totalmente a vivir ahí abajo eran otro tema. La piel debía adaptarse a las corrientes y a las distintas temperaturas de los mares que estuviese navegando. La resistencia también era muy importante, pues romper la fuerza que genera el agua en nado continuo generaba un desgaste mucho mayor que simplemente caminar. Así que la pregunta de Daseru provenía de estas realidades. De que Kaido, las allá de la caza; no hubiera probado un bocado en todo el día.
El tiburón se detuvo en seco para tomarse un respiro, tratando de mermar la fatiga. Y ahora Ante él se presentaban dos opciones que, sin duda alguna, podrían cambiar el curso de su historia. La nostalgia le invadió por apenas un segundo, al reconocer esa isla, en la que había tenido su primera aventura con Datsue y... Akame. El estomago se le revolvió por un instante, ante la disyuntiva de elegir entre visitar esa isla maldita para recobrar fuerzas —que bien las iba a necesitar para los desafíos que tendría que afrontar una vez estuviera frente a la Reina—. O continuar el viaje, asumiendo que estaban muy pero muy cerca; con los riesgos que eso conllevaba.
Lo meditó en silencio durante al menos un minuto.
—Sera mejor que continuemos. Esa isla esta maldita, no pienso meterme ahí. Tendré la oportunidad de conseguir comida cuando lleguemos a nuestro destino?
Poder respirar con sus branquias era un beneficio innegable para todo aquel que se hiciera llamar Umi no Shisoku. Las condiciones para adaptarse totalmente a vivir ahí abajo eran otro tema. La piel debía adaptarse a las corrientes y a las distintas temperaturas de los mares que estuviese navegando. La resistencia también era muy importante, pues romper la fuerza que genera el agua en nado continuo generaba un desgaste mucho mayor que simplemente caminar. Así que la pregunta de Daseru provenía de estas realidades. De que Kaido, las allá de la caza; no hubiera probado un bocado en todo el día.
El tiburón se detuvo en seco para tomarse un respiro, tratando de mermar la fatiga. Y ahora Ante él se presentaban dos opciones que, sin duda alguna, podrían cambiar el curso de su historia. La nostalgia le invadió por apenas un segundo, al reconocer esa isla, en la que había tenido su primera aventura con Datsue y... Akame. El estomago se le revolvió por un instante, ante la disyuntiva de elegir entre visitar esa isla maldita para recobrar fuerzas —que bien las iba a necesitar para los desafíos que tendría que afrontar una vez estuviera frente a la Reina—. O continuar el viaje, asumiendo que estaban muy pero muy cerca; con los riesgos que eso conllevaba.
Lo meditó en silencio durante al menos un minuto.
—Sera mejor que continuemos. Esa isla esta maldita, no pienso meterme ahí. Tendré la oportunidad de conseguir comida cuando lleguemos a nuestro destino?