23/05/2019, 20:07
Afortunadamente, Yota no mostró aquella gallardía suicida suya y decidió echar a correr. Corrió y corrió como alma que lleva el diablo, tratando por todos los medios de poner distancia entre él y aquella mole de piedra y roca que cada vez le pisaba más y más los talones. Y cuando parecía que el joven genin iba a convertirse en una tortilla, justo antes de llegar a la superficie de agua en la que ambos habían caído, Yota hizo gala de sus habilidades como shinobi arácnido y lanzó un hilo de telaraña que ancló al techo y que le permitió columpiarse hasta la pared opuesta del pozo, librándole de una muerte prácticamente segura. La mortal bola, no viendo saciado su apetito y movida por la inevitable inercia, terminó hundiéndose con un estrepitoso chapoteo.
—Me cago en la puta —resopló el de Kusagakure—. ¿Todavía sigues pensando que estoy loco?
Ayame tardó algunos segundos en responder. Había recuperado su forma corpórea en cuanto la esfera había pasado por encima de ella, pero aún no se había recuperado del susto. Aún de rodillas, temblaba como una hoja de otoño.
—No... no lo creo... —balbuceó. Ahora no sólo tenían que cuidarse de un posible loco maniático que se pudiera encontrar allí abajo sino también de las trampas que pudieran activar en su recorrido hasta la superficie—. Esto es una locura... Esto es... ¿Quién demonios se iba a quedar aquí abajo y a preparar todo esto? Quizás sólo sean las trampas de una civilización antigua... —Ayame respiró hondo varias veces, tratando de recobrar la calma perdida para razonar con sentido común. Fuera lo que fuera, no iban a resolver nada allí plantados, esperando a que les dieran caza como a ratones encerrados—. Yota-san, Kumopansa, ¿estáis bien? Creo que deberíamos continuar... pero tenemos que tener mucho cuidado. No creo que esa fuera la única trampa que hay aquí abajo...
Se reincorporó lentamente, esperando a que ambos acudieran a su encuentro una vez más.
—Me cago en la puta —resopló el de Kusagakure—. ¿Todavía sigues pensando que estoy loco?
Ayame tardó algunos segundos en responder. Había recuperado su forma corpórea en cuanto la esfera había pasado por encima de ella, pero aún no se había recuperado del susto. Aún de rodillas, temblaba como una hoja de otoño.
—No... no lo creo... —balbuceó. Ahora no sólo tenían que cuidarse de un posible loco maniático que se pudiera encontrar allí abajo sino también de las trampas que pudieran activar en su recorrido hasta la superficie—. Esto es una locura... Esto es... ¿Quién demonios se iba a quedar aquí abajo y a preparar todo esto? Quizás sólo sean las trampas de una civilización antigua... —Ayame respiró hondo varias veces, tratando de recobrar la calma perdida para razonar con sentido común. Fuera lo que fuera, no iban a resolver nada allí plantados, esperando a que les dieran caza como a ratones encerrados—. Yota-san, Kumopansa, ¿estáis bien? Creo que deberíamos continuar... pero tenemos que tener mucho cuidado. No creo que esa fuera la única trampa que hay aquí abajo...
Se reincorporó lentamente, esperando a que ambos acudieran a su encuentro una vez más.