24/05/2019, 03:35
Increíblemente, el alguacil frunció el ceño y sacudió el mostacho. Al final, quién vestía de blanco no era tan bueno y el que iba de negro no era tan malo. Ying y Yang, una regla básica, pero que deja entrever que no existe pureza en ninguno de sus dos lados. Una triste ironía la historia de los hermanos Roger, la cuál pocos conocían a profundidad. O mejor dicho, durante mucho tiempo cerraron los ojos ante lo que en verdad ocurría, fingiendo estar ciegos de justicia.
—¡ERES LA ÚLTIMA PERSONA QUE PUEDE ACUSARME MALDITO TRAMPOSO!— Envalentonado, el alguacil volvió a alzar la voz. —No eres muy diferente de Asobu. Finges ser buena persona y luego sólo vas tras lo que te interesa— Apretó los dientes. —Hiciste trampa en la carrera. No tengo pruebas pero tampoco dudas. Conozco a mi hermano y él no jugaría con eso— sonrió torcido. — Deberías ser más agradecido de que siquiera voy a darte la mitad, porque no te mereces ni un centavo de lo que hay aquí. Me hice la vista gorda porque me agradas chico. La extorsión ya no me era muy rentable desde que Asobu trajo su milagroso culo aquí, así que daba igual que eliminaras a esos mercenarios. Lo cierto es que me resultó mejor que me facilitaras un medio para deshacerme de mi hermano. Tengo que darte reconocimiento por ello, pero no me hagas cambiar de opinión— Sacudió el brazo con violencia a la vez que soltaba un pisotón. —Yo no diré que hiciste trampa, te quedas con la mitad del premio y yo con el resto. No mencionas que los renegados trabajaban para mí ni de esa pintura y te vas campante con tu parte del dinero. Entrégame y te quedas sin NADA. ¿Trato?
Era curioso. Datsue en algún momento llegó a preguntar porqué Bandō seguía delinquiendo si tenía probablemente una buena fortuna amasada. Arashi le respondió que era porque quizás no se conformaba nunca, sabiendo que podía obtener más. El alguacil hablaba más en ese momento de su propia condición en realidad.
Afuera, justo en la entrada de la comisaría, el clon que había ido al hotel iba con la llave, topándose curiosamente con el grupo donde estaba el otro clon, Mano Cortada y el par de criminales. Todos, sin conocer lo que se estaba gestando allá dentro. Para más inri, la esposa del alguacil regresaba de su casa, topándose con todos ellos y abriendo los ojos cómo platos al ver a Hokkai Kid de nuevo.
—¿¡KID!? ¿Qué es lo que está ocurriendo?— Diría con cara de haber visto un muerto.
—¡ERES LA ÚLTIMA PERSONA QUE PUEDE ACUSARME MALDITO TRAMPOSO!— Envalentonado, el alguacil volvió a alzar la voz. —No eres muy diferente de Asobu. Finges ser buena persona y luego sólo vas tras lo que te interesa— Apretó los dientes. —Hiciste trampa en la carrera. No tengo pruebas pero tampoco dudas. Conozco a mi hermano y él no jugaría con eso— sonrió torcido. — Deberías ser más agradecido de que siquiera voy a darte la mitad, porque no te mereces ni un centavo de lo que hay aquí. Me hice la vista gorda porque me agradas chico. La extorsión ya no me era muy rentable desde que Asobu trajo su milagroso culo aquí, así que daba igual que eliminaras a esos mercenarios. Lo cierto es que me resultó mejor que me facilitaras un medio para deshacerme de mi hermano. Tengo que darte reconocimiento por ello, pero no me hagas cambiar de opinión— Sacudió el brazo con violencia a la vez que soltaba un pisotón. —Yo no diré que hiciste trampa, te quedas con la mitad del premio y yo con el resto. No mencionas que los renegados trabajaban para mí ni de esa pintura y te vas campante con tu parte del dinero. Entrégame y te quedas sin NADA. ¿Trato?
Era curioso. Datsue en algún momento llegó a preguntar porqué Bandō seguía delinquiendo si tenía probablemente una buena fortuna amasada. Arashi le respondió que era porque quizás no se conformaba nunca, sabiendo que podía obtener más. El alguacil hablaba más en ese momento de su propia condición en realidad.
Afuera, justo en la entrada de la comisaría, el clon que había ido al hotel iba con la llave, topándose curiosamente con el grupo donde estaba el otro clon, Mano Cortada y el par de criminales. Todos, sin conocer lo que se estaba gestando allá dentro. Para más inri, la esposa del alguacil regresaba de su casa, topándose con todos ellos y abriendo los ojos cómo platos al ver a Hokkai Kid de nuevo.
—¿¡KID!? ¿Qué es lo que está ocurriendo?— Diría con cara de haber visto un muerto.