24/05/2019, 04:39
A nadie ahí iba a importarle mucho el chiquillo, después de todo, no muchos lo conocían muy bien. La esposa del alguacil, estaba demasiado confundida para reaccionar. Kid, no tenía ni puta idea de quién era como para preocuparse por él. El propio Arashi le importaba un pepino. Mano Cortada, estaba dudoso ya que Datsue le juró que él lo había atacado. Y sin embargo, ahí había alguien que pese a todas las atrocidades que pudo cometer, aún si estas fuesen por desesperación, tenía una amabilidad pocas veces vista. Siempre él, el que actuaba de forma impredecible.
Mucho antes de que Datsue echara a correr, el tuerto ya había clavado su ojo en él. Y creía recordar, que esa herida sangrante no estaba. No, él no llegaba a tanto. Si mucho, intentaba amedrentar a sus oponentes con su fuerza. Si atacaba, estaba seguro de que no iba a lastimar a nadie o que la persona estaba en condición de defenderse. En realidad, las oportunidades que tuvo él para finiquitar aquello de raíz habían sido muchas más de lo que creían. No supo porqué exactamente, pero estaba enojado. Durante mucho tiempo, se creyó incapaz de odiar a alguien por ruin que fuese, pero eso no le impedía sentir repulsión ante semejante falta de piedad.
En cuanto Datsue diese la espalda para echar a correr, Shunsuke estiró su único brazo sano en un esfuerzo monumental para lanzar un hilo que lo tomaría suavemente por la cintura, pero impidiendo que llegase a conectar nada.
—Las personas, deberían ser más amables, y sinceras...— Aquella misma frase que soltó durante el encontronazo en el templo. Pero ahora ya no la dijo tan alegre. Lucía deprimido, casi al borde del llanto nuevamente. —¿Qué haces?— Le miró con tristeza y duda.
Todos los demás se quedaron perplejos ante lo que acababa de ocurrir, sin opción a decir palabra alguna. Ni el Yotsuki, ni el moreno. Ni la pareja de esposos. Demasiadas cosas confusas, cómo para saber que ocurría.
Mucho antes de que Datsue echara a correr, el tuerto ya había clavado su ojo en él. Y creía recordar, que esa herida sangrante no estaba. No, él no llegaba a tanto. Si mucho, intentaba amedrentar a sus oponentes con su fuerza. Si atacaba, estaba seguro de que no iba a lastimar a nadie o que la persona estaba en condición de defenderse. En realidad, las oportunidades que tuvo él para finiquitar aquello de raíz habían sido muchas más de lo que creían. No supo porqué exactamente, pero estaba enojado. Durante mucho tiempo, se creyó incapaz de odiar a alguien por ruin que fuese, pero eso no le impedía sentir repulsión ante semejante falta de piedad.
En cuanto Datsue diese la espalda para echar a correr, Shunsuke estiró su único brazo sano en un esfuerzo monumental para lanzar un hilo que lo tomaría suavemente por la cintura, pero impidiendo que llegase a conectar nada.
—Las personas, deberían ser más amables, y sinceras...— Aquella misma frase que soltó durante el encontronazo en el templo. Pero ahora ya no la dijo tan alegre. Lucía deprimido, casi al borde del llanto nuevamente. —¿Qué haces?— Le miró con tristeza y duda.
Todos los demás se quedaron perplejos ante lo que acababa de ocurrir, sin opción a decir palabra alguna. Ni el Yotsuki, ni el moreno. Ni la pareja de esposos. Demasiadas cosas confusas, cómo para saber que ocurría.