27/05/2019, 17:58
(Última modificación: 9/06/2019, 22:37 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Al día siguiente, cuando Mogura llegó a las puertas de la Aldea a mediodía —la hora convenida— allí le estaba esperando un curioso comité de recepción; o más bien, de viaje. Había un carromato tirado por un caballo enorme, más grande que cualquier otro que el médico hubiera visto nunca, de pelaje marrón oscuro y crines claras. Parecía una bestia de tiro idónea, robusta y de patas muy musculosas, ideal para atravesar las frías tierras del Norte de Arashi no Kuni. La carreta en sí era un vagón de madera con un cubículo resguardado, con asientos forrados de piel y dos lámparas de aceite en el exterior, perfectamente adecuado para transportar hasta a cuatro personas en su interior. Sobre la balda superior, que servía de asiento, una mujer de pelo ralo y claro, ojos azules y piel pálida le saludó con una inclinación de cabeza; debía ser la conductora.
—¡Buenos días, Mogura-dono! —le dijo—. Kurogane Yuuki, seré la cochera de ustedes durante el trayecto. ¡Suba, suba! Debemos partir ya si queremos pasar la Ciudad Fantasma antes de que anochezca.
El plural no pasaría desapercibido para el chuunin, seguro, y es que si miraba junto al carromato, podría ver a su compañero durante esa misión. Un muchacho que aparentaba unos quince años, alto y de buena complexión para su edad, muy pálido. Vestía el uniforme reglamentario de la Villa, con una placa plateada de chuunin cosida al hombro izquierdo de la camisa, y chaleco militar. Sus ojos, verde aguamarina y muy vivaces, examinaban a Mogura con curiosidad. Llevaba el pelo, de color rubio muy pálido, casi blanco, recogido en una larga coleta que le llegaba hasta casi la cintura.
—Hola, ¡Mogura-kun! —le saludó con una inclinación de cabeza muy leve—. Kaguya Hidamaru, ¡es un honor poder participar en esta misión contigo! He oído muchas cosas de ti.
La conductora volvió a apremiarles. Parecía que realmente quería cumplir con la hoja de ruta y no tener que detenerse a descansar por la noche en Ciudad Fantasma.
—Ya vamos, ya vamos Yuuki-san —replicó Hidamaru—. ¡No tengas tanto miedo! Ese lugar es sólo un conjunto de viejas ruinas, y las historias que se cuentan son cuentos de viejas. ¿Eh, Mogura-san?
—¡Buenos días, Mogura-dono! —le dijo—. Kurogane Yuuki, seré la cochera de ustedes durante el trayecto. ¡Suba, suba! Debemos partir ya si queremos pasar la Ciudad Fantasma antes de que anochezca.
El plural no pasaría desapercibido para el chuunin, seguro, y es que si miraba junto al carromato, podría ver a su compañero durante esa misión. Un muchacho que aparentaba unos quince años, alto y de buena complexión para su edad, muy pálido. Vestía el uniforme reglamentario de la Villa, con una placa plateada de chuunin cosida al hombro izquierdo de la camisa, y chaleco militar. Sus ojos, verde aguamarina y muy vivaces, examinaban a Mogura con curiosidad. Llevaba el pelo, de color rubio muy pálido, casi blanco, recogido en una larga coleta que le llegaba hasta casi la cintura.
—Hola, ¡Mogura-kun! —le saludó con una inclinación de cabeza muy leve—. Kaguya Hidamaru, ¡es un honor poder participar en esta misión contigo! He oído muchas cosas de ti.
La conductora volvió a apremiarles. Parecía que realmente quería cumplir con la hoja de ruta y no tener que detenerse a descansar por la noche en Ciudad Fantasma.
—Ya vamos, ya vamos Yuuki-san —replicó Hidamaru—. ¡No tengas tanto miedo! Ese lugar es sólo un conjunto de viejas ruinas, y las historias que se cuentan son cuentos de viejas. ¿Eh, Mogura-san?