7/11/2015, 16:58
Cuando Daruu anunció su despedida, Blame se levantó, guardó las manos en los bolsillos y esgrimió de nuevo aquella sonrisilla que, sin saber por qué, le ponía los pelos de punta. A Daruu le recorrió un escalofrío, pero se forzó a sonreír.
—Bueno, como desees, Pino. Todo un placer haberte conocido... —contestó Blame— [color=mediumorchid]Yo continúo entonces con mi dibujo.
—Suerte con el dibujo de la torre, pues —dijo Daruu—. Y que no se te caiga encima, claro. —Se permitió una licencia para bromear, pero la verdad es que hacía tiempo que no estaba a gusto con el desconocido de Kusagakure.
De modo que dio unos cuantos pasos hacia atrás, vacilantes, y se dio la vuelta alejándose de un salto. De la rama del árbol a la que se había subido, dio un par de saltos más, y pronto estaba emprendiendo el camino de vuelta hacia Amegakure.
—Cachorro —escuchó una voz por el flanco derecho, y casi tuvo que contener la respiración para no caer al suelo.
—¿Seremaru? ¿Qué haces tú aquí?
—Eso no importa. Pero ten cuidado con ese muchacho. Huele a problemas.
—¿¡Me has estado vigilando!?
En los labios de Seremaru se esbozó lo más parecido a una sonrisa que puede gesticular un lobo, y al segundo siguiente, el animal había desaparecido.
Daruu resopló de ira, y continuó su camino.
—Bueno, como desees, Pino. Todo un placer haberte conocido... —contestó Blame— [color=mediumorchid]Yo continúo entonces con mi dibujo.
—Suerte con el dibujo de la torre, pues —dijo Daruu—. Y que no se te caiga encima, claro. —Se permitió una licencia para bromear, pero la verdad es que hacía tiempo que no estaba a gusto con el desconocido de Kusagakure.
De modo que dio unos cuantos pasos hacia atrás, vacilantes, y se dio la vuelta alejándose de un salto. De la rama del árbol a la que se había subido, dio un par de saltos más, y pronto estaba emprendiendo el camino de vuelta hacia Amegakure.
—Cachorro —escuchó una voz por el flanco derecho, y casi tuvo que contener la respiración para no caer al suelo.
—¿Seremaru? ¿Qué haces tú aquí?
—Eso no importa. Pero ten cuidado con ese muchacho. Huele a problemas.
—¿¡Me has estado vigilando!?
En los labios de Seremaru se esbozó lo más parecido a una sonrisa que puede gesticular un lobo, y al segundo siguiente, el animal había desaparecido.
Daruu resopló de ira, y continuó su camino.