28/05/2019, 18:19
(Última modificación: 9/06/2019, 22:36 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
La cochera se sonrojó al recibir aquel apelativo tan respetuoso por parte de todo un chuunin —"-dono"—, pero no dijo nada, sino que se limitó a sonreír y comprobar por vigésima vez que los arreos de la bestia de tiro estuviesen bien ajustados. Hidamaru subió al carromato y se sentó en una de las dos bancas acolchadas que había en su interior, invitando a Mogura a pasar. Hasta para un niño sería evidente que la formalidad con la que el médico había rectificado la pronta familiaridad mostrada por Hidamaru le había sentado francamente mal a éste último, aunque por saber que en realidad eso era lo correcto, no había protestado al respecto. El Kaguya parecía ser todo lo contrario a Mogura, un shinobi cercano y dicharachero, muy expresivo y abierto.
—¡Vámonos! ¡Arre, Babieca, arre! —escucharían a la cochera vocear, desde fuera, al tiempo que restallaba las riendas y el carruaje se ponía en marcha.
El vehículo no tardó mucho en atravesar los límites de Amegakure, y nada más salir de la Aldea, tomaron la carretera que se dirigía hacia el Norte, conectando la Lluvia con Yukio. Llovía sin parar, y las gotas de agua se deslizaban por los cristales de las ventanas del carro. Hidamaru había permanecido en silencio hasta entonces, pero finalmente pareció reunir la suficiente voluntad o ganas de hablar con alguien como para volver a dirigirle la palabra a Mogura.
—Bueno, Manase-san —hizo especial incapié en el honorífico, puntilloso—, si vamos a trabajar juntos creo que deberíamos conocernos mejor, así garantizaremos que nuestra cooperación será lo más eficiente posible. Como miembro del clan Kaguya, poseo el Kekkei Genkai Shitotsumyaku, que me permite manipular mis huesos a voluntad. Soy especialmente bueno cuerpo a cuerpo, aunque también me defiendo a media distancia.
El físico de Hidamaru parecía avalar sus palabras, pues se le veía atlético.
—Por supuesto, yo he oído hablar de ti. El médico que salvó a nuestra Guardiana.
—¡Vámonos! ¡Arre, Babieca, arre! —escucharían a la cochera vocear, desde fuera, al tiempo que restallaba las riendas y el carruaje se ponía en marcha.
El vehículo no tardó mucho en atravesar los límites de Amegakure, y nada más salir de la Aldea, tomaron la carretera que se dirigía hacia el Norte, conectando la Lluvia con Yukio. Llovía sin parar, y las gotas de agua se deslizaban por los cristales de las ventanas del carro. Hidamaru había permanecido en silencio hasta entonces, pero finalmente pareció reunir la suficiente voluntad o ganas de hablar con alguien como para volver a dirigirle la palabra a Mogura.
—Bueno, Manase-san —hizo especial incapié en el honorífico, puntilloso—, si vamos a trabajar juntos creo que deberíamos conocernos mejor, así garantizaremos que nuestra cooperación será lo más eficiente posible. Como miembro del clan Kaguya, poseo el Kekkei Genkai Shitotsumyaku, que me permite manipular mis huesos a voluntad. Soy especialmente bueno cuerpo a cuerpo, aunque también me defiendo a media distancia.
El físico de Hidamaru parecía avalar sus palabras, pues se le veía atlético.
—Por supuesto, yo he oído hablar de ti. El médico que salvó a nuestra Guardiana.