31/05/2019, 15:18
—No puede ser cierto... —murmuró Samidare, al contemplar la multitud que se congregaba en torno a la entrada al subterráneo.
Ayame, con un suspiro, se adelantó y trató de hacerse paso a través del gentío.
—¡Disculpen, por favor! ¡Hemos venido a trabajar aquí, así que necesitamos que abandonen el lugar! —exclamaba.
Todo habría sido mucho más fácil con una reluciente placa plateada de chunin o una dorada de jonin, pero, lamentablemente, ni Ayame ni Samidare eran ninguna de las dos cosas. Por lo que tuvo que conformarse con alzar la voz y rogar porque le hicieran caso. Afortunadamente, no le costó nada hacerlo. La gente, quizás intimidada al ver las placas de los dos shinobi, se apartaron a todo correr.
—¡Tened mucho cuidado ahí abajo!
—¿Y mandan a dos niños? Pobrecitos...
Ayame no les hizo demasiado caso. Simplemente esperó a que la gente se fuera del lugar y, cuando volvieron a estar más o menos solos, se situó sobre la boca de la alcantarilla, una placa metálica redonda en la que estaba grabado el símbolo del gobierno de Amegakure, y se volvió hacia su compañero.
—¿Vamos?
—Supongo que debemos de ir... ¿Bajaremos con estas ropas?, ¿No deberíamos de cambiarnos?
Ayame le miró, confundida.
—¿Quieres ir a cambiarte? Yo voy a bajar así, si tengo que volver ahora a casa creo que perderemos demasiado tiempo, y la gente volverá a reunirse aquí...
Ayame, con un suspiro, se adelantó y trató de hacerse paso a través del gentío.
—¡Disculpen, por favor! ¡Hemos venido a trabajar aquí, así que necesitamos que abandonen el lugar! —exclamaba.
Todo habría sido mucho más fácil con una reluciente placa plateada de chunin o una dorada de jonin, pero, lamentablemente, ni Ayame ni Samidare eran ninguna de las dos cosas. Por lo que tuvo que conformarse con alzar la voz y rogar porque le hicieran caso. Afortunadamente, no le costó nada hacerlo. La gente, quizás intimidada al ver las placas de los dos shinobi, se apartaron a todo correr.
—¡Tened mucho cuidado ahí abajo!
—¿Y mandan a dos niños? Pobrecitos...
Ayame no les hizo demasiado caso. Simplemente esperó a que la gente se fuera del lugar y, cuando volvieron a estar más o menos solos, se situó sobre la boca de la alcantarilla, una placa metálica redonda en la que estaba grabado el símbolo del gobierno de Amegakure, y se volvió hacia su compañero.
—¿Vamos?
—Supongo que debemos de ir... ¿Bajaremos con estas ropas?, ¿No deberíamos de cambiarnos?
Ayame le miró, confundida.
—¿Quieres ir a cambiarte? Yo voy a bajar así, si tengo que volver ahora a casa creo que perderemos demasiado tiempo, y la gente volverá a reunirse aquí...