5/06/2019, 05:17
Se trataba de un hombre que media el metro con setenta y ocho, con una cabellera azabache que se desbordaba a manera de puntas en diagonal, dándole un aspecto desaliñado. Sus cejas eran gruesas, y su ojo restante era igual de oscuro que sus pelos. Portaba vendajes aún alrededor de la cabeza, cubriendo su orbe faltante. Poseía una nariz alargada y su mentón era puntiagudo y pronunciado. Era de tes morena y vestía una simple camisa holgada en color café y manga corta con unas bermudas igual de abombados en color celeste pálido en la parte inferior. Para rematar calzaba zōri un tanto desgastadas, dándole un aspecto de hombre sencillo.
—Huh, me mandaron uno avispado. Eso es bueno—. Escupió al suelo.
Se encontraba cerca de un carromato, el cuál era halado por percherón de gran envergadura. Sin embargo, el animal parecía estar bastante incómodo, sacudiéndose las patas a cada rato por los insectos que le rondaban. Ah, y el caballo también.
—¡Joder! Que si me pongo ropa fresca me comen vivo los mosquitos, y si me cubro me horneo como papas rellenas. ¡No hay por donde agarrar este clima!— Se limpió el sudor de la frente. —Si, soy yo. Aunque puedes llamarme sólo Rao, que no me gustan los manerismos— Finalmente se dignó a dirigirle la palabra.
Le observó de arriba a abajo. Si bien no era alguien muy agraciado ni agradable a la vista, sí que tenía bastante músculo. Menos mal no le había decepcionado en ese aspecto. Respecto a su falta de carisma, bueno, él era la persona menos indicada para criticarle.
—¿No le pones correa al perro?— No se sentía en posición de alegar, pues aunque el fuese el cliente y por ende tenía la razón, le parecía tedioso el siquiera abrir la boca para pelear. —No sé para que lo traes, pero espero que limpies si se caga ahí encima— señaló el carromato. —Sube, que quiero salir de este nido de invertebrados mutantes antes de que me piquen y me contagien de alguna enfermedad rara—. sacó una botella con un poco de licor y se echó un corto trago.
Rao no parecía un tipo de fiar, pero al menos podías decir que tenía carácter. Era posible divisar por donde la camisa dejaba visible las cicatrices de tortura en su pecho y brazos, recordando estas a las de un fierro candente con las que marcan al ganado. En su caso, podías imaginarte cómo lo habían golpeado con una sola vara en el torso. Pero estaba ahí, de pie, cómo un árbol.
—¡Ah! ¡Casi se me olvida! ¿Cómo te llamas chico?— preguntaría mientras tomaba las riendas de su caballo.
Parte de los motivos por los cuales eligieron al de las rastas para aquella misión, se basaban en dos de sus principales cualidades. La primera, la habilidad innata para el rastreo de los Inuzuka. La segunda, un repertorio de combate cuerpo a cuerpo que le permitirían lidiar con la amenaza sin recurrir a armamentos demasiado vistosos. El único problema, es que aparentemente el propio Etsu aún no estaba consciente de su propia situación.
—Huh, me mandaron uno avispado. Eso es bueno—. Escupió al suelo.
Se encontraba cerca de un carromato, el cuál era halado por percherón de gran envergadura. Sin embargo, el animal parecía estar bastante incómodo, sacudiéndose las patas a cada rato por los insectos que le rondaban. Ah, y el caballo también.
—¡Joder! Que si me pongo ropa fresca me comen vivo los mosquitos, y si me cubro me horneo como papas rellenas. ¡No hay por donde agarrar este clima!— Se limpió el sudor de la frente. —Si, soy yo. Aunque puedes llamarme sólo Rao, que no me gustan los manerismos— Finalmente se dignó a dirigirle la palabra.
Le observó de arriba a abajo. Si bien no era alguien muy agraciado ni agradable a la vista, sí que tenía bastante músculo. Menos mal no le había decepcionado en ese aspecto. Respecto a su falta de carisma, bueno, él era la persona menos indicada para criticarle.
—¿No le pones correa al perro?— No se sentía en posición de alegar, pues aunque el fuese el cliente y por ende tenía la razón, le parecía tedioso el siquiera abrir la boca para pelear. —No sé para que lo traes, pero espero que limpies si se caga ahí encima— señaló el carromato. —Sube, que quiero salir de este nido de invertebrados mutantes antes de que me piquen y me contagien de alguna enfermedad rara—. sacó una botella con un poco de licor y se echó un corto trago.
Rao no parecía un tipo de fiar, pero al menos podías decir que tenía carácter. Era posible divisar por donde la camisa dejaba visible las cicatrices de tortura en su pecho y brazos, recordando estas a las de un fierro candente con las que marcan al ganado. En su caso, podías imaginarte cómo lo habían golpeado con una sola vara en el torso. Pero estaba ahí, de pie, cómo un árbol.
—¡Ah! ¡Casi se me olvida! ¿Cómo te llamas chico?— preguntaría mientras tomaba las riendas de su caballo.
Parte de los motivos por los cuales eligieron al de las rastas para aquella misión, se basaban en dos de sus principales cualidades. La primera, la habilidad innata para el rastreo de los Inuzuka. La segunda, un repertorio de combate cuerpo a cuerpo que le permitirían lidiar con la amenaza sin recurrir a armamentos demasiado vistosos. El único problema, es que aparentemente el propio Etsu aún no estaba consciente de su propia situación.
![[Imagen: 7FT8VMk.gif]](https://i.imgur.com/7FT8VMk.gif)
