8/06/2019, 18:36
El hombre pareció realmente extrañado de la actitud del Inuzuka. No solo se extrañó de que el chico le diese consuelo, si no que confesó que se le hacía raro recibir un intento de consuelo por parte del tipo al que iba a pagar. Intentó menguar la tensión que posiblemente pudiera causar su comentario con una leve sonrisa. Agradeció el gesto de igual manera, pero entonces, estalló a llorar.
«Ostia puta... tío... ¿q-qué...?»
El Inuzuka no cesó el gesto, no pretendía hacerle llorar, pero quizás el hombre realmente lo que necesitaba era desahogarse. No habría tenido nadie con quien soltar todo lo que había dicho al rastas, y seguramente no era mas que tensión acumulada a saber durante cuanto tiempo...
—Rao, no a todos nos mueve el dinero... aunque por desgracia, los jefes no suelen moverse demasiado cuando no hay algo en juego. Pero creo, y espero no equivocarme demasiado, que cualquier shinobi con un poco de decencia lo haría sin tener en cuenta el salario.
Ante todo, el Inuzuka no podía permitirse el lujo de dejar de lado esa sonrisa que siempre iluminaba hasta la peor de las situaciones. Entre tanto, seguían avanzando en el carro, hasta el punto que llegaron a una zona donde el hombre pareció decidir dejar de lado el carro. El tuerto comentó que se acercaría a casa de un amigo, donde lo dejaría para poder cruzar. Era un auténtico fastidio, agachó la cabeza en un gesto de desdén.
—Bueno, piensa que ya será la última vez que tendrás ese problema... —hizo hincapié en que terminaría zanjando el asunto.
Terminaron tomando una delgada senda de tierra, por la cuál se adentraron en un bosque cercano al puente. En mitad de la nada, se toparon con una caseta roja frente a la cuál se detuvieron. El genin se quitó la capa de viaje, y envolvió en ella sus hachas, la bandana y su portaobjetos. Con todo envuelto por la oscura capa formando un solo bulto, lo dejó acoplado en el costado del interior del carro.
Rao bajó del carro, y tomó camino a la susodicha caseta, donde tras dar tres golpes secos en la puerta, alzó la voz llamando a un tal Wagu. El Inuzuka bajaría también del carro, dejando de vigilante de sus pertenencias a Akane. Con las mismas, se dirigiría hacia donde estaba Rao. Total, era su nuevo ayudante... no iba a quedarse plantado ahí sin mas, debían tenerlo en cuenta los supuestos amigos, debía actuar como uno más.
«Ostia puta... tío... ¿q-qué...?»
El Inuzuka no cesó el gesto, no pretendía hacerle llorar, pero quizás el hombre realmente lo que necesitaba era desahogarse. No habría tenido nadie con quien soltar todo lo que había dicho al rastas, y seguramente no era mas que tensión acumulada a saber durante cuanto tiempo...
—Rao, no a todos nos mueve el dinero... aunque por desgracia, los jefes no suelen moverse demasiado cuando no hay algo en juego. Pero creo, y espero no equivocarme demasiado, que cualquier shinobi con un poco de decencia lo haría sin tener en cuenta el salario.
Ante todo, el Inuzuka no podía permitirse el lujo de dejar de lado esa sonrisa que siempre iluminaba hasta la peor de las situaciones. Entre tanto, seguían avanzando en el carro, hasta el punto que llegaron a una zona donde el hombre pareció decidir dejar de lado el carro. El tuerto comentó que se acercaría a casa de un amigo, donde lo dejaría para poder cruzar. Era un auténtico fastidio, agachó la cabeza en un gesto de desdén.
—Bueno, piensa que ya será la última vez que tendrás ese problema... —hizo hincapié en que terminaría zanjando el asunto.
Terminaron tomando una delgada senda de tierra, por la cuál se adentraron en un bosque cercano al puente. En mitad de la nada, se toparon con una caseta roja frente a la cuál se detuvieron. El genin se quitó la capa de viaje, y envolvió en ella sus hachas, la bandana y su portaobjetos. Con todo envuelto por la oscura capa formando un solo bulto, lo dejó acoplado en el costado del interior del carro.
Rao bajó del carro, y tomó camino a la susodicha caseta, donde tras dar tres golpes secos en la puerta, alzó la voz llamando a un tal Wagu. El Inuzuka bajaría también del carro, dejando de vigilante de sus pertenencias a Akane. Con las mismas, se dirigiría hacia donde estaba Rao. Total, era su nuevo ayudante... no iba a quedarse plantado ahí sin mas, debían tenerlo en cuenta los supuestos amigos, debía actuar como uno más.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~