12/06/2019, 22:50
El pelopincho no llegó a terminar lo que quería, o no, decir para cuando el llamado Wagu le asestó un confortable y destructivo guantazo en la espalda. Tal fue la fuerza del hombre que casi desmonta al pobre tuerto, de no ser porque reaccionó a tiempo, también habría quedado sin dientes además de lesionado de la vista. Animó a Rao a que entrase, a que no se cortase, por no hablar de que inquirió que así conocería mejor al nuevo y podría ir palpando el terreno. No se cortó un pelo en guiñarle el ojo, con la incertidumbre que eso provocaría realmente en el Inuzuka... ¿lo diría por el acostumbrarse a que los matones lo determinaban todo, o lo decía por el ir tomando contacto con el resto de comerciantes?
Rao terminó aceptando a regañadientes, con una sonrisa nerviosa. Pero su compañero insistió, abriendo paso por el umbral de la puerta con la apertura de la misma. Wagu fue el primero en entrar, tras ello Rao, que se encogía de hombros y suspiraba. Quizás él no había entendido el propósito de Etsu, pero fuere como fuere, debía seguir recopilando información. Todo lo que pudiese averiguar de ese hombre, bueno sería.
La residencia del hombre lucía realmente rústica, más campestre que una cabra. Las ventanas eran solo de madera, no había cristal; la mesa y los asientos parecían estar elaborados a mano, por no hablar de los años que podían tener de vida; y los hornillos de la cocina podían tener la misma edad que su abuelo, así como el mismo óxido. Lo único alegre que se podía sacar de la instancia, era ese sonido tan alegre y rítmico que emitía el destartalado fonógrafo. Antes de tomar asiento, el panzudo puso a calentar un poco de agua, y ofreció a los invitados unas banquetas. Tras ello, ahora sí que tomó un par de asientos, uno para cada nalga.
Un inciso en la efímera tranquilidad, el gordinflón llamó la atención de Kito. Tras ello, una batería de preguntas. De donde era, cuantos años tenía, en qué trabajaba antes, cuánto azúcar quería en el café, e incluso si tenía alguna chica que presentarle. Al Inuzuka eso lo tomó un poco por sorpresa, el que no le dejase ni tiempo para contestar...
Rao cortó el cuestionario, poniéndose autoritario por primera vez. Resignó ante la efusividad de su conocido, pero al menos inquirió que dejase al chico contestar al menos. Etsu no pudo evitar reír, realmente era graciosa la situación.
—Jajajajaja... no pasa nada, jefe —intentó disminuir la posible tensión —pues verás, soy de un pueblo a unas decenas de kilómetros al sur de Tane-shigai, que se llama Urumuku. La verdad es que el pueblo está casi en las últimas, es muy difícil sobrevivir por allí... así que cuando mis padres decidieron irse a la capital, yo les dije que era mejor opción ir a otro pueblo. En las capitales no trabajan el campo, no saben lo que es... y nosotros siempre hemos vivido de lo que hemos cultivado y vendido. En fin... terminamos peleados, y yo terminé deambulando hasta que topé con éste hombre —hizo un inciso, para señalar a Rao —Rao. Siempre lo he pensado, el destino es realmente caprichoso... para bien o para mal. Aunque, esperemos que sea para bien... jajajaja.
Se llevó la mano al mentón, intentando recordar el resto de preguntas, entonces chasqueó los dedos —ah, si. Tengo diecisiete años recién cumplidos. Antes me dedicaba a cultivar el campo, y hacía y hago bastante deporte cuando no estoy trabajando. No considero que tenga los brazos demasiado grandes, pero tampoco me quejo... jajaja.
»Lo de presentarte a una prima... la verdad es que lo tengo difícil, no tengo ningún contacto con mi familia desde hace varios meses, y hermana no tengo. Soy hijo único, para bien o para mal.
«Bueno, creo que ya lo respondí todo... ¿no?»
Para ese entonces, pudo observar el agua, que comenzaba a hervir y sonaba su burbujeo. El Inuzuka alzó su indice, en un gesto de rememorar la pregunta que sin saberlo aún no había respondido —¡ah! es cierto, dos cucharadas de azúcar para el café, por favor.
Rao terminó aceptando a regañadientes, con una sonrisa nerviosa. Pero su compañero insistió, abriendo paso por el umbral de la puerta con la apertura de la misma. Wagu fue el primero en entrar, tras ello Rao, que se encogía de hombros y suspiraba. Quizás él no había entendido el propósito de Etsu, pero fuere como fuere, debía seguir recopilando información. Todo lo que pudiese averiguar de ese hombre, bueno sería.
La residencia del hombre lucía realmente rústica, más campestre que una cabra. Las ventanas eran solo de madera, no había cristal; la mesa y los asientos parecían estar elaborados a mano, por no hablar de los años que podían tener de vida; y los hornillos de la cocina podían tener la misma edad que su abuelo, así como el mismo óxido. Lo único alegre que se podía sacar de la instancia, era ese sonido tan alegre y rítmico que emitía el destartalado fonógrafo. Antes de tomar asiento, el panzudo puso a calentar un poco de agua, y ofreció a los invitados unas banquetas. Tras ello, ahora sí que tomó un par de asientos, uno para cada nalga.
Un inciso en la efímera tranquilidad, el gordinflón llamó la atención de Kito. Tras ello, una batería de preguntas. De donde era, cuantos años tenía, en qué trabajaba antes, cuánto azúcar quería en el café, e incluso si tenía alguna chica que presentarle. Al Inuzuka eso lo tomó un poco por sorpresa, el que no le dejase ni tiempo para contestar...
Rao cortó el cuestionario, poniéndose autoritario por primera vez. Resignó ante la efusividad de su conocido, pero al menos inquirió que dejase al chico contestar al menos. Etsu no pudo evitar reír, realmente era graciosa la situación.
—Jajajajaja... no pasa nada, jefe —intentó disminuir la posible tensión —pues verás, soy de un pueblo a unas decenas de kilómetros al sur de Tane-shigai, que se llama Urumuku. La verdad es que el pueblo está casi en las últimas, es muy difícil sobrevivir por allí... así que cuando mis padres decidieron irse a la capital, yo les dije que era mejor opción ir a otro pueblo. En las capitales no trabajan el campo, no saben lo que es... y nosotros siempre hemos vivido de lo que hemos cultivado y vendido. En fin... terminamos peleados, y yo terminé deambulando hasta que topé con éste hombre —hizo un inciso, para señalar a Rao —Rao. Siempre lo he pensado, el destino es realmente caprichoso... para bien o para mal. Aunque, esperemos que sea para bien... jajajaja.
Se llevó la mano al mentón, intentando recordar el resto de preguntas, entonces chasqueó los dedos —ah, si. Tengo diecisiete años recién cumplidos. Antes me dedicaba a cultivar el campo, y hacía y hago bastante deporte cuando no estoy trabajando. No considero que tenga los brazos demasiado grandes, pero tampoco me quejo... jajaja.
»Lo de presentarte a una prima... la verdad es que lo tengo difícil, no tengo ningún contacto con mi familia desde hace varios meses, y hermana no tengo. Soy hijo único, para bien o para mal.
«Bueno, creo que ya lo respondí todo... ¿no?»
Para ese entonces, pudo observar el agua, que comenzaba a hervir y sonaba su burbujeo. El Inuzuka alzó su indice, en un gesto de rememorar la pregunta que sin saberlo aún no había respondido —¡ah! es cierto, dos cucharadas de azúcar para el café, por favor.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~