13/06/2019, 03:50
Wagu se sintió alegre al ver que Kito era un tipo amigable y condescendiente con el cuál se podía ser coloquial. Lo que no sabía, era que Kito no era Kito, sino Inuzuka Etsu. Por suerte, la coartada que el genin de la hierba estaba montando resultaba natural y creíble. Aquello era más que suficiente para no levantar sospechas, al menos no de manera inmediata. Lo que el joven genin no sabía, es que se había adentrado en la boca del lobo mucho antes de siquiera darse cuenta. Si recordaba las palabras de Rao, debería sospechar que la mayoría de los trabajaban para los Cuatro de Ibaraki estaban más que comprados. Muchos de ellos, amigos del propio tuerto.
Wagu no era la excepción.
—¿Urumuku? Joder, no recuerdo haberlo oído nunca. Tan pequeño e insignificante ha de ser para que tú seas el primero que conozco de ahí. Más parece el nombre de un bicho raro que un lugar habitable— Se llevó ambas manos al estómago y carcajeó, dando el efecto de que sus llantas también estaban sonriendo. —Con que campesino, ¿eh? Muchas veces he escuchado historias similares a la tuya, sinceramente es algo con lo que muchos cargan... Fue valiente de tu parte buscar tus propias oportunidades aún sin la aprobación de tus padres, pero a veces todos tenemos que tropezar para aprender un poco— Le dedicó una para nada discreta mirada a Rao.
—Yo también espero que sea para bien— Quiso alejar su atención de Wagu para dirigirse a Etsu con una suave sonrisa.
—¿Y qué deportes practicas? Que mira que estás mucho más fornido que la mayoría de labradores del campo que conozco, que no son pocos— Se cruzó de brazos y alzó la ceja, sin perder su afable sonrisa. —¡Lo de la parienta era broma hombre! JAJAJA. Aunque me desilusiona un poco escuchar eso también— continuó riendo.
—Joder, nunca aprendes— Se restregó la cara con la mano.
El gordo se levantó para revisar la jarrilla de agua, tomando tres tazas de peltre antiguo para preparar el café. Echó cinco curachadas en una, dos en la otra, y media en la última.
—¿Oye Wagu qué crees que haces? Sabes que me gusta sin azúcar— frunció el ceño y puso pico de pato.
—¡Tonterías! Necesitas aunque sea un poco de dulzura en tu vida, a ver si se te quita el carácter amargado— bromeó mientras iba sirviendo las respectivas tazas de una en una. —Somos una gran familia aquí, Kito. Creo que te amoldarás muy bien— y de pronto, Wagu bajó las cejas y la sonrisa se desdibujó, triste. —¿Rao ya te contó...?
—¡Wagu!— Rao se puso nervioso, aunque no sabía si debería estarlo. Simplemente no esperaba ese tipo de actitud, por lo que al no saber cómo manejarlo el estrés salió a flote de nuevo.
Wagu no era la excepción.
—¿Urumuku? Joder, no recuerdo haberlo oído nunca. Tan pequeño e insignificante ha de ser para que tú seas el primero que conozco de ahí. Más parece el nombre de un bicho raro que un lugar habitable— Se llevó ambas manos al estómago y carcajeó, dando el efecto de que sus llantas también estaban sonriendo. —Con que campesino, ¿eh? Muchas veces he escuchado historias similares a la tuya, sinceramente es algo con lo que muchos cargan... Fue valiente de tu parte buscar tus propias oportunidades aún sin la aprobación de tus padres, pero a veces todos tenemos que tropezar para aprender un poco— Le dedicó una para nada discreta mirada a Rao.
—Yo también espero que sea para bien— Quiso alejar su atención de Wagu para dirigirse a Etsu con una suave sonrisa.
—¿Y qué deportes practicas? Que mira que estás mucho más fornido que la mayoría de labradores del campo que conozco, que no son pocos— Se cruzó de brazos y alzó la ceja, sin perder su afable sonrisa. —¡Lo de la parienta era broma hombre! JAJAJA. Aunque me desilusiona un poco escuchar eso también— continuó riendo.
—Joder, nunca aprendes— Se restregó la cara con la mano.
El gordo se levantó para revisar la jarrilla de agua, tomando tres tazas de peltre antiguo para preparar el café. Echó cinco curachadas en una, dos en la otra, y media en la última.
—¿Oye Wagu qué crees que haces? Sabes que me gusta sin azúcar— frunció el ceño y puso pico de pato.
—¡Tonterías! Necesitas aunque sea un poco de dulzura en tu vida, a ver si se te quita el carácter amargado— bromeó mientras iba sirviendo las respectivas tazas de una en una. —Somos una gran familia aquí, Kito. Creo que te amoldarás muy bien— y de pronto, Wagu bajó las cejas y la sonrisa se desdibujó, triste. —¿Rao ya te contó...?
—¡Wagu!— Rao se puso nervioso, aunque no sabía si debería estarlo. Simplemente no esperaba ese tipo de actitud, por lo que al no saber cómo manejarlo el estrés salió a flote de nuevo.