21/06/2019, 17:12
Rao obviamente fue el primero en pasar adelante, introduciendo la llave de la puerta para abrirla y dar paso para que ambos pudiesen ingresar y contemplar el interior.
—¡Cariño! ¡Regresé!— Dijo alegre.
La casa era sencilla cómo podías esperar. Una chimenea rústica de ladrillo, piso de madera un tanto viejo que rechinaba con cada pisada de los presentes, teniendo una pequeña alfombra al centro. Más que sofá, tenían bancas de mimbre. Había algunas telarañas en las esquinas pero tampoco podías decir que había mucho polvo. Al igual que las ventanas en la caseta de control de Wagu, estas no tenían cristal sino que simplemente se abrían y cerraban con una varilla que sostenía la tabla de madera. No parecía haber diferencia entre sala y comedor, ya que en la misma estancia que les recibió había una mesa de ocho personas con mantel.
Había un aroma delicioso en el aire, cómo el de pollo con hierbas cocinándose.
De pronto, unos rápidos pasos parecían venir desde el interior. Una mujer de unos treinta años se asomó por detrás de una cortina que fungía en lugar de portal. Era de cabellos rubios ondulados y rostro ovalado con algunas líneas de expresión por la edad. Ojos violeta opacos con ojeras por debajo. Era de tez blanca y figura esbelta, o lo sería, de no ser por la redonda panza que señalaba que estaba esperando.
—Rao— La mujer que sostenía un cuchilo en mano se quedó perpleja al creer ver un fantasma. —¡Rao!— La mujer sonrió y dejó caer el utensilio, corriendo con sus pies descalzos con los brazos extendidos queriendo alcanzar al desgreñado.
No hubo más palabras ni miradas, simplemente se abrazaron con fuerza. Él le besó en la frente, para luego dejar que su rostro se perdiese en la cabellera rubia de ella mientras la mujer rompía en llanto y apretaba la espalda de él con fuerza.
—¡Cariño! ¡Regresé!— Dijo alegre.
La casa era sencilla cómo podías esperar. Una chimenea rústica de ladrillo, piso de madera un tanto viejo que rechinaba con cada pisada de los presentes, teniendo una pequeña alfombra al centro. Más que sofá, tenían bancas de mimbre. Había algunas telarañas en las esquinas pero tampoco podías decir que había mucho polvo. Al igual que las ventanas en la caseta de control de Wagu, estas no tenían cristal sino que simplemente se abrían y cerraban con una varilla que sostenía la tabla de madera. No parecía haber diferencia entre sala y comedor, ya que en la misma estancia que les recibió había una mesa de ocho personas con mantel.
Había un aroma delicioso en el aire, cómo el de pollo con hierbas cocinándose.
De pronto, unos rápidos pasos parecían venir desde el interior. Una mujer de unos treinta años se asomó por detrás de una cortina que fungía en lugar de portal. Era de cabellos rubios ondulados y rostro ovalado con algunas líneas de expresión por la edad. Ojos violeta opacos con ojeras por debajo. Era de tez blanca y figura esbelta, o lo sería, de no ser por la redonda panza que señalaba que estaba esperando.
—Rao— La mujer que sostenía un cuchilo en mano se quedó perpleja al creer ver un fantasma. —¡Rao!— La mujer sonrió y dejó caer el utensilio, corriendo con sus pies descalzos con los brazos extendidos queriendo alcanzar al desgreñado.
No hubo más palabras ni miradas, simplemente se abrazaron con fuerza. Él le besó en la frente, para luego dejar que su rostro se perdiese en la cabellera rubia de ella mientras la mujer rompía en llanto y apretaba la espalda de él con fuerza.
![[Imagen: 7FT8VMk.gif]](https://i.imgur.com/7FT8VMk.gif)
