23/06/2019, 15:54
La mujer, entre sollozos, soltó todo lo que tenía en la cabeza acerca de lo sucedido. Creía que el marido le había abandonado, dijo que se había ido con todos los ahorros, y que pensaba que había sido bajo la presión de Los Cuatro. Pero antes de que volviese a llorar la pobre mujer, el hombre calmó sus ansias con otro beso en la frente. Sentenció que jamás dejaría a su ángel, y mucho menos cuando tenía semejante regalo. Negó un par de veces con la cabeza, y aclaró que le debía una larga explicación. Terminó por mirar al Inuzuka, y lo presentó —por llamarlo de alguna manera— como un nuevo amigo.
El Inuzuka alzó una mano a la par que sonreía tímidamente. La mujer quedó observando al chico, y luego al perro, pero quedó en silencio, como sin saber qué decir o qué hacer. Sostuvieron un intenso aunque no demasiado largo silencio, en que ni uno ni otra supo saber qué decir. De pronto, la mujer sonrojó como los ojos de un Uchiha, y apeló a todos los dioses. Se llevó ambas manos a la cara, y entre quejidos se lamentó de que no tenía nada preparado de comer para una visita, y que ni tan siquiera estaba arreglada...
—N-no te preocupes... —intentó remendar el genin.
Rao interrumpió al Inuzuka, así como las lamentaciones de la mujer, inquiriendo que no se estresase, pues sería malo para el futuro retoño. Sin demora, llamó a Kito, y le preguntó si podía hacer lo que él bien le había propuesto por el camino. Aún tenía mucho que explicarle a ella, y así además le daría tiempo para procesarlo todo.
Etsu hizo una leve reverencia —por supuesto, aprovecharemos para dar una vuelta y reconocer un poco la zona. Volveremos en unas horas.
Con una mirada fue suficiente para dar el pistoletazo de salida a Akane, que en realidad igualmente había entendido la conversación. Tras un alzamiento de mano en señal de despedida, tomaron camino sobre sus propios pasos. El Inuzuka y su can caminaron por un rato, internándose en lo que pudiese considerarse el centro de esa pequeña aldea. Seguramente era por esa zona que tuviesen la mayoría de comercios, por llamarlo de alguna manera. Normalmente, al menos una o dos tiendas habría de encontrar... o eso esperaba el Inuzuka.
La otra opción sería abandonar la aldea y buscar otro sitio donde comprar, pero... no le agradaba esa idea.
El Inuzuka alzó una mano a la par que sonreía tímidamente. La mujer quedó observando al chico, y luego al perro, pero quedó en silencio, como sin saber qué decir o qué hacer. Sostuvieron un intenso aunque no demasiado largo silencio, en que ni uno ni otra supo saber qué decir. De pronto, la mujer sonrojó como los ojos de un Uchiha, y apeló a todos los dioses. Se llevó ambas manos a la cara, y entre quejidos se lamentó de que no tenía nada preparado de comer para una visita, y que ni tan siquiera estaba arreglada...
—N-no te preocupes... —intentó remendar el genin.
Rao interrumpió al Inuzuka, así como las lamentaciones de la mujer, inquiriendo que no se estresase, pues sería malo para el futuro retoño. Sin demora, llamó a Kito, y le preguntó si podía hacer lo que él bien le había propuesto por el camino. Aún tenía mucho que explicarle a ella, y así además le daría tiempo para procesarlo todo.
Etsu hizo una leve reverencia —por supuesto, aprovecharemos para dar una vuelta y reconocer un poco la zona. Volveremos en unas horas.
Con una mirada fue suficiente para dar el pistoletazo de salida a Akane, que en realidad igualmente había entendido la conversación. Tras un alzamiento de mano en señal de despedida, tomaron camino sobre sus propios pasos. El Inuzuka y su can caminaron por un rato, internándose en lo que pudiese considerarse el centro de esa pequeña aldea. Seguramente era por esa zona que tuviesen la mayoría de comercios, por llamarlo de alguna manera. Normalmente, al menos una o dos tiendas habría de encontrar... o eso esperaba el Inuzuka.
La otra opción sería abandonar la aldea y buscar otro sitio donde comprar, pero... no le agradaba esa idea.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~