23/06/2019, 17:23
Las calles sucedieron, y conforme a ello, el chico se dio cuenta que la aldea era realmente pequeña. Demasiado pequeña, a decir verdad. Tan pequeña, que lanzando una piedra desde un extremo podías sobrepasar el global de la susodicha aldea. Las casas estaban a cada cuál mas deteriorada, y la pobreza casi se podía respirar. Sin duda alguna, Rao no había exagerado la historia en lo más mínimo.
Para colmo, ahí estaban Los Cuatro.
La sangre le hervía al chico nada mas de pensar en ello. Pero por desgracia, debía ser paciente, y hacer bien las cosas. Si actuaba de manera impulsiva, como sus instintos le pedían a gritos, la liaría de tal manera que fallaría en su misión... y podría joder a escalas jamás vistas un montón de vidas. Era obvio, que si fallaba, Los Cuatro se tomarían la venganza muy en serio. La misión no era lo único que estaba en juego.
El chico dejó caer un suspiro, algo desanimado. Continuaba caminando, hasta que topó con el pozo que hacía de fuente central en esa aldea. Allí, unos cuantos comercios apenas visitados aguantaban con fervor ante la situación tan desastrosa que corrían. En realidad, el único cliente que se podía ver por esos lares era un perro escuálido, que meneaba ansioso la cola frente a un puesto, esperando seguramente una ofrenda por parte del tendero. El Inuzuka echó un ojo alrededor, y la cosa no era mucho mejor por otros sitios de los que su vista legó a alcanzar. Aquellos puestos destartalados y con apenas material era lo mejorcito de esa aldea.
Etsu se encogió de hombros, y miró a Akane —es lo que hay tío, ¿qué le vamos a hacer? —y con las mismas, continuó avanzando hasta acercarse al puesto en que el otro can aguardaba comida. Avistó al tendero, y se acercó para poder entablar una conversación con el mismo.
—Buenas tardes, señor —acompañó con un gesto de mano, saludando al mismo. —¿Podría ponerme ese trozo de carne?
No tendría problema para pagarlo, aunque se tratase de un trozo de carne para nada apetecible. La mercancía era poca, y no en su mejor estado toda, pero al menos había un poco de todo. Tras pagar, sorprendentemente no se llevaría consigo la carne, si no que se la ofrecería al can allí presente. Se agacharía un poco, y la ofertaría con una sonrisa al mismo.
—Aquí tienes, pequeñín.
Seguramente aceptase, lo cuál sería agradable. Tras ello, y con la iracunda mirada de Akane sobre sus hombros, el Inuzuka continuaría andando, dando una vuelta por el lugar, y callejeando un poco más. Tenían que hacer tiempo, al menos aprovecharía descubriendo un poco mas la aldea antes de comprar lo que fuera que pretendía llevar consigo.
—Akane, tú y yo vamos a comer más tarde, no desesperes —terminó por explicar al huskie.
Igualmente, eso no le llenaba el estómago. Indignado, alzó la cabeza el can y prosiguió haciendo caso omiso a su hermano.
Para colmo, ahí estaban Los Cuatro.
La sangre le hervía al chico nada mas de pensar en ello. Pero por desgracia, debía ser paciente, y hacer bien las cosas. Si actuaba de manera impulsiva, como sus instintos le pedían a gritos, la liaría de tal manera que fallaría en su misión... y podría joder a escalas jamás vistas un montón de vidas. Era obvio, que si fallaba, Los Cuatro se tomarían la venganza muy en serio. La misión no era lo único que estaba en juego.
El chico dejó caer un suspiro, algo desanimado. Continuaba caminando, hasta que topó con el pozo que hacía de fuente central en esa aldea. Allí, unos cuantos comercios apenas visitados aguantaban con fervor ante la situación tan desastrosa que corrían. En realidad, el único cliente que se podía ver por esos lares era un perro escuálido, que meneaba ansioso la cola frente a un puesto, esperando seguramente una ofrenda por parte del tendero. El Inuzuka echó un ojo alrededor, y la cosa no era mucho mejor por otros sitios de los que su vista legó a alcanzar. Aquellos puestos destartalados y con apenas material era lo mejorcito de esa aldea.
Etsu se encogió de hombros, y miró a Akane —es lo que hay tío, ¿qué le vamos a hacer? —y con las mismas, continuó avanzando hasta acercarse al puesto en que el otro can aguardaba comida. Avistó al tendero, y se acercó para poder entablar una conversación con el mismo.
—Buenas tardes, señor —acompañó con un gesto de mano, saludando al mismo. —¿Podría ponerme ese trozo de carne?
No tendría problema para pagarlo, aunque se tratase de un trozo de carne para nada apetecible. La mercancía era poca, y no en su mejor estado toda, pero al menos había un poco de todo. Tras pagar, sorprendentemente no se llevaría consigo la carne, si no que se la ofrecería al can allí presente. Se agacharía un poco, y la ofertaría con una sonrisa al mismo.
—Aquí tienes, pequeñín.
Seguramente aceptase, lo cuál sería agradable. Tras ello, y con la iracunda mirada de Akane sobre sus hombros, el Inuzuka continuaría andando, dando una vuelta por el lugar, y callejeando un poco más. Tenían que hacer tiempo, al menos aprovecharía descubriendo un poco mas la aldea antes de comprar lo que fuera que pretendía llevar consigo.
—Akane, tú y yo vamos a comer más tarde, no desesperes —terminó por explicar al huskie.
Igualmente, eso no le llenaba el estómago. Indignado, alzó la cabeza el can y prosiguió haciendo caso omiso a su hermano.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~