24/06/2019, 00:02
El tendero pareció sorprenderse ante la acción del Inuzuka. Lejos de mandarlo a la hoguera, pareció hasta contento. Quizás esas monedas en su bolsillo valían para el pobre hombre más que ese trozo de carne. Fuese como fuese, el chico no iba a quedarse allí para la posible reprimenda. Aún tenía mucho que explorar, bueno... no mucho, pero gran parte de la aldea sí, lo cual era mucho entre comillas.
Conforme caminaba por allí, se dio cuenta de que la situación era igual en todos y cada uno de los recovecos de la aldea, no había un solo alma allí que se librase de la pobreza, ni tan siquiera por poco. Quizás los mejores avenidos de la susodicha aldea eran Rao y su mujer, que posiblemente tenían la casa mas lujosa del lugar. A cada paso que daba el chico, más coraje le daba el que esa banda de desalmados se aprovechase de ellos. Sin duda alguna, gente como esa no tenían alma... irían derechos y sin pausa al infierno, si es que de verdad existe.
Al menos Fortuna no les sonreiría por demasiado tiempo.
En cierto punto del caminar por las calles, el rastas topó con un niño que caminaba en el sentido contrario a él. El pequeño se veía realmente sobrepasado por el trabajo, o tal vez solo fue la impresión que le dio al Inuzuka dadas sus vestimentas haraposas y toda esa mugre sobre su piel. Sin pensarlo un solo segundo, se acercó al chico, armado con una amable sonrisa.
—¡Hey! ¿te puedo echar una mano? No pienses mal, no voy a quedármelas, solo quiero ayudar. Además, soy nuevo por aquí... si te ayudo, ¿me enseñas un poco ésto?
Obviamente, tan solo si el chico aceptaba tomaría la mayoría o el completo de las ramas y troncos, lo último que quería el rastas era que lo tomasen por un ladrón o por algo peor...
Conforme caminaba por allí, se dio cuenta de que la situación era igual en todos y cada uno de los recovecos de la aldea, no había un solo alma allí que se librase de la pobreza, ni tan siquiera por poco. Quizás los mejores avenidos de la susodicha aldea eran Rao y su mujer, que posiblemente tenían la casa mas lujosa del lugar. A cada paso que daba el chico, más coraje le daba el que esa banda de desalmados se aprovechase de ellos. Sin duda alguna, gente como esa no tenían alma... irían derechos y sin pausa al infierno, si es que de verdad existe.
Al menos Fortuna no les sonreiría por demasiado tiempo.
En cierto punto del caminar por las calles, el rastas topó con un niño que caminaba en el sentido contrario a él. El pequeño se veía realmente sobrepasado por el trabajo, o tal vez solo fue la impresión que le dio al Inuzuka dadas sus vestimentas haraposas y toda esa mugre sobre su piel. Sin pensarlo un solo segundo, se acercó al chico, armado con una amable sonrisa.
—¡Hey! ¿te puedo echar una mano? No pienses mal, no voy a quedármelas, solo quiero ayudar. Además, soy nuevo por aquí... si te ayudo, ¿me enseñas un poco ésto?
Obviamente, tan solo si el chico aceptaba tomaría la mayoría o el completo de las ramas y troncos, lo último que quería el rastas era que lo tomasen por un ladrón o por algo peor...
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~