26/06/2019, 03:23
Guerra. Guerra....
Guerra.
Guerra.
Kaido sonrió de cabo a rabo.
—Es interesante, mi Reina. Yo tampoco creí nunca en las historias que contaba mi gente. Me sabían a anécdotas. A mitos. A un recurso más para vanagloriarme, cuando en realidad intentaban ganar más control sobre mí —espetó, grandilocuente—. después de todo, ¿qué es ser un Umi no Shisoku? ¿un humano con agallas, no? ¿qué de especial puede tener, cierto? ¡respirar bajo el agua no significa que puedas sobrevivir en las vastas profundidades, ¿no es así?! —alzó las manos, y torció el gesto hacia cada uno de los tiburones presentes. Uno a uno. Aleta por aleta. Ojos pequeños tras ojos pequeños. Siempre sonriendo. Siempre—. pero llegué a entender que lo especial no está en la condición, mi Reina, sino en quién la porta. Y, desde luego, en lo que haces con ella.
»¡Tiburones! ¡Soy un hijo del Océano, como todos vosotros! ¡pero he vivido todo este tiempo en tierra firme pues se me hizo creer a toda costa que el mar no tenía lugar para mí! ¡y es que es así, no lo tiene! ¡porque no me lo he ganado! —una brazada, luego otra. Se movía grácil alrededor, mientras durase su discurso, gesticulando con las manos y alzando muy en alto su barbilla—. ¡Pero eso está a punto de cambiar! ¡Nuestra Reina ha dicho que tiene una guerra que preparar!
y yo me ganaré mi lugar librándola por y para vosotros.
Os demostraré que son aquellos mitos que se creen, los que acaban convirtiéndose en realidad.
Os demostraré que son aquellos mitos que se creen, los que acaban convirtiéndose en realidad.