3/07/2019, 00:11
(Última modificación: 3/07/2019, 00:20 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Pero algo hizo que Zetsuo frunciera el ceño. Era muy sutil, un suave olor lavanda que mezclaba lo dulce con lo salado y que flotaba en el aire acariciando su nariz casi con delicadeza. Pero era un olor que él conocía muy bien. Demasiado bien.
«No puede...»
¡Plas! El médico ni siquiera se inmutó cuando recibió aquel brusco manotazo en la espalda, pero el brillo de sus ojos cuando se giró hablaba por él. Porque había muy pocas personas que se atrevieran a jugar con él de aquella manera. Muy pocas... por no decir sólo una.
—¡¡HOMMMBREEEE, VECINO!! —Amedama Kiroe, vestida con un vestido morado, a juego con sus ojos, y con un bolso con estampados de girasoles colgado del hombro; exclamaba a los cuatro vientos como si verle allí fuera la mejor noticia que pudiera recibir. Qué lástima que Aotsuki Zetsuo no pudiera decir lo mismo—. ¡Pero mira qué bien! ¡Cuando llegué aquí esta mañana me dije, "jolín, qué abandonado está esto, cómo voy a aburrirme"! ¡¡Fíjate tú, coincidir en la otra punta del mundo, eh!! ¡Y encima en la casita de enfrente!
El médico había apretado las mandíbulas hasta casi desencajárselas. Tardó algunos segundos en responder, pero cuando lo hizo...
—¡¡¡Maldita pastelera!!! ¡¿Es que piensas perseguirme hasta el puto fin del mundo o qué cojones pasa contigo?! ¡Estas son mis vacaciones! ¡MÍAS! ¡No vas a venir a jodérmelas a mí y a mi familia! ¡Ya tengo bastante con verte el careto todos los días en esa ridículapastelería tuya!
—¿Uh...?
Ayame había corrido hacia la cabaña para poder elegir una habitación para ella primero, pero se había parada en la misma entrada de la cabaña, sin atreverse a entrar más en ella. Y es que enseguida había comprobado, primero confundida y después horrorizada, que no estaba vacía como debería. La muchacha llegó a ver una mochila junto a la puerta e incluso una pelota inflada tirada en el suelo justo en el momento en el que...
—¿Hola...? ¿A... Ayame-san? ¿Qué haces... aquí?
Ayame se sintió petrificarse en el sitio. Unos ojos perlados la observaban, tan confundidos como ella misma, desde el interior de la cabaña. Se trataba de Amedama Daruu, un muchacho que iba con ella a la Academia Shinobi y que también era su vecino. Y ahora daba la casualidad de que también estaba allí, casi en la otra parte del mundo, y Ayame se había colado en su cabaña por error. La chiquilla enrojeció hasta las orejas, y con el corazón galopando en su pecho a punto de estallarle, se dio la vuelta y a todo correr salió de allí como alma que lleva el diablo. Corrió y corrió hasta donde estaba su padre y, obviando la presencia de la mujer que se encontraba con él y con la que estaba manteniendo una tensa discusión, se refugió detrás de él temblando como un corderillo.
—¿Qué demonios te pasa ahora, niña? —preguntó Zetsuo. Y entonces miró a Kiroe, y miró a la cabaña que estaba justo detrás de ella, y volvió a mirarla. Entrecerró sus afilados ojos de águila—. Ese mocoso tuyo también ha venido.... ¡No se habrá atrevido a ponerle una mano encima!
«No puede...»
¡Plas! El médico ni siquiera se inmutó cuando recibió aquel brusco manotazo en la espalda, pero el brillo de sus ojos cuando se giró hablaba por él. Porque había muy pocas personas que se atrevieran a jugar con él de aquella manera. Muy pocas... por no decir sólo una.
—¡¡HOMMMBREEEE, VECINO!! —Amedama Kiroe, vestida con un vestido morado, a juego con sus ojos, y con un bolso con estampados de girasoles colgado del hombro; exclamaba a los cuatro vientos como si verle allí fuera la mejor noticia que pudiera recibir. Qué lástima que Aotsuki Zetsuo no pudiera decir lo mismo—. ¡Pero mira qué bien! ¡Cuando llegué aquí esta mañana me dije, "jolín, qué abandonado está esto, cómo voy a aburrirme"! ¡¡Fíjate tú, coincidir en la otra punta del mundo, eh!! ¡Y encima en la casita de enfrente!
El médico había apretado las mandíbulas hasta casi desencajárselas. Tardó algunos segundos en responder, pero cuando lo hizo...
—¡¡¡Maldita pastelera!!! ¡¿Es que piensas perseguirme hasta el puto fin del mundo o qué cojones pasa contigo?! ¡Estas son mis vacaciones! ¡MÍAS! ¡No vas a venir a jodérmelas a mí y a mi familia! ¡Ya tengo bastante con verte el careto todos los días en esa ridículapastelería tuya!
. . .
—¿Uh...?
Ayame había corrido hacia la cabaña para poder elegir una habitación para ella primero, pero se había parada en la misma entrada de la cabaña, sin atreverse a entrar más en ella. Y es que enseguida había comprobado, primero confundida y después horrorizada, que no estaba vacía como debería. La muchacha llegó a ver una mochila junto a la puerta e incluso una pelota inflada tirada en el suelo justo en el momento en el que...
—¿Hola...? ¿A... Ayame-san? ¿Qué haces... aquí?
Ayame se sintió petrificarse en el sitio. Unos ojos perlados la observaban, tan confundidos como ella misma, desde el interior de la cabaña. Se trataba de Amedama Daruu, un muchacho que iba con ella a la Academia Shinobi y que también era su vecino. Y ahora daba la casualidad de que también estaba allí, casi en la otra parte del mundo, y Ayame se había colado en su cabaña por error. La chiquilla enrojeció hasta las orejas, y con el corazón galopando en su pecho a punto de estallarle, se dio la vuelta y a todo correr salió de allí como alma que lleva el diablo. Corrió y corrió hasta donde estaba su padre y, obviando la presencia de la mujer que se encontraba con él y con la que estaba manteniendo una tensa discusión, se refugió detrás de él temblando como un corderillo.
—¿Qué demonios te pasa ahora, niña? —preguntó Zetsuo. Y entonces miró a Kiroe, y miró a la cabaña que estaba justo detrás de ella, y volvió a mirarla. Entrecerró sus afilados ojos de águila—. Ese mocoso tuyo también ha venido.... ¡No se habrá atrevido a ponerle una mano encima!