7/07/2019, 00:11
—¿Y por qué tenemos que ir de viaje otra vez, abuelo? Esto está interrumpiendo mi entrenamiento, ¡no es justo! —se quejó de nuevo Etsu, por decimonovena vez.
El abuelo bufó, claramente enfadado, y lanzó una mirada de verdugo a su nieto —te lo he dicho ya tres veces. No pienso repetirlo más.
—¡Tsk! —el genin chasqueó la lengua, indignado.
El verano era una época dura para entrenar, pero a su vez era de las mejores pues habían más horas de luz. El Inuzuka había estado avanzando mucho en los últimos meses, y de hecho en las últimas semanas el abuelo había empezado a darle clases más avanzadas. Le resultaba exasperante tener que hacer una pausa justo ahora.
—¡¡AAAAAY!! —bramó un quejido de dolor, procedente del coscorrón que le propinó el abuelo.
—Se acabó. Ni una protesta más. ¿Entendido?
Y no le quedó más remedio, el joven Inzuka se aguantó, no le quedaba otra. El carro en el que viajaban avanzaba a toda velocidad hacia el norte del país, y hacía ya tiempo que habían salido desde la villa. Según tenía entendido el chico, se dirigían hacia las cascadas del Mar, donde según un mensaje había una barbacoa, y reunión social. El abuelo había insistido en ir, pese a que no era obligatorio. De ahí la disputa y protesta del joven, no habían de ir porque sí... pero el abuelo decía que era una buena oportunidad para que ganasen unos cuantos adeptos más para el dojo.
Quizás la reciente aparición entre las filas de Daigo había hecho más mal que bien, desde el punto de vista de reclutación.
Al fin, el carro paró. De manera brusca y tosca, pero lo normal para el chófer que llevaban. El hombre anunció que estaban en el lugar, y con las mismas el abuelo fue el primero en levantarse. Sin demora, el anciano abrió la puerta, y una tremenda tromba de luz entró por el umbral de la misma, cegando por un instante a los pasajeros. El primero en bajar, por supuesto, fue el abuelo; tras éste bajó su gran can; tras el gran can, bajaron Etsu y Akane.
No eran los primeros en llegar, la playa estaba abarrotada. Había muchísima gente de Kusagakure, pero también los había de otros lugares. El abuelo, sin mediar palabra, tomó su propio camino y se perdió entre la muchedumbre. Etsu miró a Akane, y terminó por encogerse de hombros.
—Bueno... pues...
—¿Ababaur?
—Maldita sea Akane... ¿solo piensas en comer o qué?
El can, alzó el rostro y lo ladeó, mostrando una clara indignación. Ni palabras le hicieron falta. Etsu no pudo ocultar una mueca de desdén, ya era lo que le faltaba...
—Bueno, va... a ver qué se cuece por la arena y eso... seguro que habrá algún puesto vendiendo cosas a la orilla.
Y el can ya olvidó el enfado. Así, tal cuál.
El abuelo bufó, claramente enfadado, y lanzó una mirada de verdugo a su nieto —te lo he dicho ya tres veces. No pienso repetirlo más.
—¡Tsk! —el genin chasqueó la lengua, indignado.
El verano era una época dura para entrenar, pero a su vez era de las mejores pues habían más horas de luz. El Inuzuka había estado avanzando mucho en los últimos meses, y de hecho en las últimas semanas el abuelo había empezado a darle clases más avanzadas. Le resultaba exasperante tener que hacer una pausa justo ahora.
¡CLUNK!
—¡¡AAAAAY!! —bramó un quejido de dolor, procedente del coscorrón que le propinó el abuelo.
—Se acabó. Ni una protesta más. ¿Entendido?
Y no le quedó más remedio, el joven Inzuka se aguantó, no le quedaba otra. El carro en el que viajaban avanzaba a toda velocidad hacia el norte del país, y hacía ya tiempo que habían salido desde la villa. Según tenía entendido el chico, se dirigían hacia las cascadas del Mar, donde según un mensaje había una barbacoa, y reunión social. El abuelo había insistido en ir, pese a que no era obligatorio. De ahí la disputa y protesta del joven, no habían de ir porque sí... pero el abuelo decía que era una buena oportunidad para que ganasen unos cuantos adeptos más para el dojo.
Quizás la reciente aparición entre las filas de Daigo había hecho más mal que bien, desde el punto de vista de reclutación.
Al fin, el carro paró. De manera brusca y tosca, pero lo normal para el chófer que llevaban. El hombre anunció que estaban en el lugar, y con las mismas el abuelo fue el primero en levantarse. Sin demora, el anciano abrió la puerta, y una tremenda tromba de luz entró por el umbral de la misma, cegando por un instante a los pasajeros. El primero en bajar, por supuesto, fue el abuelo; tras éste bajó su gran can; tras el gran can, bajaron Etsu y Akane.
No eran los primeros en llegar, la playa estaba abarrotada. Había muchísima gente de Kusagakure, pero también los había de otros lugares. El abuelo, sin mediar palabra, tomó su propio camino y se perdió entre la muchedumbre. Etsu miró a Akane, y terminó por encogerse de hombros.
—Bueno... pues...
—¿Ababaur?
—Maldita sea Akane... ¿solo piensas en comer o qué?
El can, alzó el rostro y lo ladeó, mostrando una clara indignación. Ni palabras le hicieron falta. Etsu no pudo ocultar una mueca de desdén, ya era lo que le faltaba...
—Bueno, va... a ver qué se cuece por la arena y eso... seguro que habrá algún puesto vendiendo cosas a la orilla.
Y el can ya olvidó el enfado. Así, tal cuál.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~