7/07/2019, 13:02
Daruu se vio tan confundido como la pobre Ayame, e intercambió la mirada de sus curiosos ojos perlados entre el ceñudo hombre y la aterrorizada chiquilla. Terminó por suspirar con absoluta desgana; pero, para horror de esta última, dio un par de pasos hacia atrás y su mano formuló el protocolario sello de la confrontación.
—Pero, pero, pero, pero, pero... —protestaba Ayame, en apenas un susurro.
Miraba a Daruu, miraba después a su padre esperando que cambiara de opinión en el último momento. Pero nada de eso parecía que iba a ocurrir. Zetsuo iba muy en serio con aquello de que se enfrentara a alguien de sus mismas condiciones, y no iba a darse por satisfecho hasta que no lo hiciera. Temblando como un flan, Ayame alzó una mano y también formuló el sello de la confrontación. No había hablado demasiado con Daruu, pero sí le había estado observando en las prácticas. ¿Cómo iba alguien como ella a enfrentarse a alguien como él? Tragó saliva con esfuerzo cuando le vio adoptar aquella pose tan peculiar de combate. No era la única que se había sentido extrañada al verle por primera vez: con las extremidades semiflexionadas y las palmas de las manos apuntando a su objetivo en lugar de cerrarlas en puños. Pero, y pese a alguna risilla o burla inicial, Daruu pronto había demostrado a toda la clase lo hábil que era con aquella pose. Ayame también flexionó ligeramente las rodillas y levantó los brazos a la altura del corazón, preparándose para atacar. Una gota de sudor frío recorrió su sien, su corazón comenzó a palpitar con la fuerza de un caballo de carreras, y entonces...
Echó a correr en dirección contraria, agitando sus pequeñas manitas en el aire y sollozando como un bebé.
—¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAHHHHHH!!!!!!!!!
—¡Ayame, vuelve aquí, me cago en la leche! —bramó Zetsuo, antes de volverse hacia Daruu—. ¡Ve tras ella!
—Pero, pero, pero, pero, pero... —protestaba Ayame, en apenas un susurro.
Miraba a Daruu, miraba después a su padre esperando que cambiara de opinión en el último momento. Pero nada de eso parecía que iba a ocurrir. Zetsuo iba muy en serio con aquello de que se enfrentara a alguien de sus mismas condiciones, y no iba a darse por satisfecho hasta que no lo hiciera. Temblando como un flan, Ayame alzó una mano y también formuló el sello de la confrontación. No había hablado demasiado con Daruu, pero sí le había estado observando en las prácticas. ¿Cómo iba alguien como ella a enfrentarse a alguien como él? Tragó saliva con esfuerzo cuando le vio adoptar aquella pose tan peculiar de combate. No era la única que se había sentido extrañada al verle por primera vez: con las extremidades semiflexionadas y las palmas de las manos apuntando a su objetivo en lugar de cerrarlas en puños. Pero, y pese a alguna risilla o burla inicial, Daruu pronto había demostrado a toda la clase lo hábil que era con aquella pose. Ayame también flexionó ligeramente las rodillas y levantó los brazos a la altura del corazón, preparándose para atacar. Una gota de sudor frío recorrió su sien, su corazón comenzó a palpitar con la fuerza de un caballo de carreras, y entonces...
Echó a correr en dirección contraria, agitando sus pequeñas manitas en el aire y sollozando como un bebé.
—¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAHHHHHH!!!!!!!!!
—¡Ayame, vuelve aquí, me cago en la leche! —bramó Zetsuo, antes de volverse hacia Daruu—. ¡Ve tras ella!