7/07/2019, 13:43
(Última modificación: 7/07/2019, 13:44 por Amedama Daruu.)
—¡Iiiaaak! —chilló Daruu como un gorrino cuando Zetsuo apoyó una mano sobre su hombro. Dio un pequeño bote, y por primera vez los ojos de ambos se cruzaron. Aquella fue la primera vez que Zetsuo leyó algo en aquellos luceros extraños blancos del Hyuuga. Y lo que leyó no le gustó nada.
Porque leyó terror. Pero también un pequeño trazo de... desafío.
Sin que la hubieran visto venir, Kiroe había aparecido entre los dos y había propinado un manotazo a Zetsuo.
—Deja. A mi hijo. En paz. Ya —ordenó ella, con una furia que Daruu nunca había visto. Y que, francamente, le asustaba más en su propia madre que en Aotsuki Zetsuo. Se dio cuenta entonces que sujetaba en la otra mano dos polos de chocolate caseros, que casi parecían una tableta helada. Sin mirarle, se los tendió—. Corre, Daruu-kun. Llévale uno a Ayame, anda.
Daruu cogió los helados y se alejó todo lo rápido que pudo sin mirar atrás, con el corazón latiéndole a mil por hora.
—¿Tantas ganas tienes de ver a alguien entrenar, Zetsuo-kun? —siseó Kiroe, sonriéndole—. Pues entrenemos.
La mujer embistió directamente a la frente con un cabezazo, y luego giró sobre sí misma para patearle el pecho y arrojarle a la hierba.
Porque leyó terror. Pero también un pequeño trazo de... desafío.
¡Plas!
Sin que la hubieran visto venir, Kiroe había aparecido entre los dos y había propinado un manotazo a Zetsuo.
—Deja. A mi hijo. En paz. Ya —ordenó ella, con una furia que Daruu nunca había visto. Y que, francamente, le asustaba más en su propia madre que en Aotsuki Zetsuo. Se dio cuenta entonces que sujetaba en la otra mano dos polos de chocolate caseros, que casi parecían una tableta helada. Sin mirarle, se los tendió—. Corre, Daruu-kun. Llévale uno a Ayame, anda.
Daruu cogió los helados y se alejó todo lo rápido que pudo sin mirar atrás, con el corazón latiéndole a mil por hora.
—¿Tantas ganas tienes de ver a alguien entrenar, Zetsuo-kun? —siseó Kiroe, sonriéndole—. Pues entrenemos.
La mujer embistió directamente a la frente con un cabezazo, y luego giró sobre sí misma para patearle el pecho y arrojarle a la hierba.