11/07/2019, 20:22
—¡Bueno! ¡A pesar de lo mal que te has portado, te digo lo que a tu hija! ¡Seguro que mi café recién hecho por la mañana te gustará más que... cualquier cosa que te hayas traído!
Zetsuo ni siquiera se dignó a responder a la invitación de Kiroe. Con un sonado resoplido, el orgulloso médico caminaba entre pisotones hacia donde habían echado a correr Daruu y Ayame con anterioridad.
«Jodida pastelera...» Maldecía para sus adentros.
Pero, por muy tenaz que fuera el orgullo que residía en el acerado corazón de Zetsuo, había algo que jamás podría negar: Ambos eran como las dos caras de la misma moneda. De naturalezas y personalidades completamente opuestas, pero de habilidad muy similar. Y juntos funcionaban mucho mejor que separados. Ya lo habían demostrado en numerosas ocasiones, cuando se habían visto obligados a colaborar y pelear juntos como un equipo. Ambos eran muy inteligentes, él en un sentido más literal, ella en un sentido más estratégico; y sus habilidades se compenetraban a la perfección.
¡Pero si pensaba que iba a ir a pedirle un café estaba muy equivocada!
Pero Daruu no le lanzó el helado, ni se rio de ella, ni hizo ninguna maldad. Simplemente estiró aún más el brazo y se metió su propio polo en la boca.
—¡Mifa, o lo cofef o do fuelfo! —pronunció, sin demasiado éxito.
Los deditos de Ayame al fin se cerraron en torno al palo del helado y lo atrajo hacia sí con las mejillas encendidas. Aún dudó durante unos instantes si probarlo o no, pero al final se decidió a hacerlo, y el sabor aquel chocolate casero tan fresquito derritió todas sus defensas.
—Gr... gracias... —murmuró en voz muy baja, agachando la mirada.
—¡Ayame!
Aquel grito le hizo pegar otro bote que por poco le hizo le hizo tirar el helado al suelo. Su padre se acercaba a ellos entre largas zancadas. Se paró a escasos pasos de los dos chiquillos, y sus ojos encendidos se posaron durante un instante en el helado que sostenían y después en Daruu. Zetsuo frunció el ceño ligeramente, pero terminó por volverse hacia Ayame de nuevo.
—Se acabó la práctica, volvamos con tus deberes —ordenó, severo como una barra de hierro—. Despídete y volvamos a la cabaña.
Ayame se volvió hacia Daruu, tímida y dubitativa. Sus labios temblaron un momento antes de pronunciar:
—Adiós...
Zetsuo la tomó por detrás del hombro y la empujó con suavidad.
«Maldita bruja...»
Zetsuo ni siquiera se dignó a responder a la invitación de Kiroe. Con un sonado resoplido, el orgulloso médico caminaba entre pisotones hacia donde habían echado a correr Daruu y Ayame con anterioridad.
«Jodida pastelera...» Maldecía para sus adentros.
Pero, por muy tenaz que fuera el orgullo que residía en el acerado corazón de Zetsuo, había algo que jamás podría negar: Ambos eran como las dos caras de la misma moneda. De naturalezas y personalidades completamente opuestas, pero de habilidad muy similar. Y juntos funcionaban mucho mejor que separados. Ya lo habían demostrado en numerosas ocasiones, cuando se habían visto obligados a colaborar y pelear juntos como un equipo. Ambos eran muy inteligentes, él en un sentido más literal, ella en un sentido más estratégico; y sus habilidades se compenetraban a la perfección.
¡Pero si pensaba que iba a ir a pedirle un café estaba muy equivocada!
. . .
Pero Daruu no le lanzó el helado, ni se rio de ella, ni hizo ninguna maldad. Simplemente estiró aún más el brazo y se metió su propio polo en la boca.
—¡Mifa, o lo cofef o do fuelfo! —pronunció, sin demasiado éxito.
Los deditos de Ayame al fin se cerraron en torno al palo del helado y lo atrajo hacia sí con las mejillas encendidas. Aún dudó durante unos instantes si probarlo o no, pero al final se decidió a hacerlo, y el sabor aquel chocolate casero tan fresquito derritió todas sus defensas.
—Gr... gracias... —murmuró en voz muy baja, agachando la mirada.
—¡Ayame!
Aquel grito le hizo pegar otro bote que por poco le hizo le hizo tirar el helado al suelo. Su padre se acercaba a ellos entre largas zancadas. Se paró a escasos pasos de los dos chiquillos, y sus ojos encendidos se posaron durante un instante en el helado que sostenían y después en Daruu. Zetsuo frunció el ceño ligeramente, pero terminó por volverse hacia Ayame de nuevo.
—Se acabó la práctica, volvamos con tus deberes —ordenó, severo como una barra de hierro—. Despídete y volvamos a la cabaña.
Ayame se volvió hacia Daruu, tímida y dubitativa. Sus labios temblaron un momento antes de pronunciar:
—Adiós...
Zetsuo la tomó por detrás del hombro y la empujó con suavidad.
«Maldita bruja...»