12/07/2019, 10:25
Finalmente, Ayame dio su brazo a torcer y cogió el polo con la mano tímidamente. Justo en ese momento el bramido de su padre le llegó por la espalda e hizo a Daruu dar un brinco y casi atragantarse con el chocolate. El niño se le quedó mirando como un cervatillo cojo en el camino a los faroles de un carro en medio de la noche. Caminaba a zancadas, y casi pareciera que fuera a darles una tunda de palos allí mismo. Zetsuo le escrutó con la mirada durante unos segundos que se le hicieron eternos, y finalmente focalizó su atención de nuevo en Ayame.
—Se acabó la práctica, volvamos con tus deberes —ordenó, severo como una barra de hierro—. Despídete y volvamos a la cabaña.
Ayame se volvió hacia Daruu, tímida y dubitativa. Sus labios temblaron un momento antes de pronunciar:
—Adiós...
Zetsuo la tomó por detrás del hombro y la empujó con suavidad.
Pero Daruu no se despidió, en lugar de eso, pronto aceleró el paso y se puso a caminar al lado de Zetsuo, chupando su polo de chocolate tranquilamente, mirando al infinito, algo rígido y con los ojos entrecerrados, con una apatía que al águila le recordaría rápidamente a su otro hijo.
—Se acabó la práctica, volvamos con tus deberes —ordenó, severo como una barra de hierro—. Despídete y volvamos a la cabaña.
Ayame se volvió hacia Daruu, tímida y dubitativa. Sus labios temblaron un momento antes de pronunciar:
—Adiós...
Zetsuo la tomó por detrás del hombro y la empujó con suavidad.
Pero Daruu no se despidió, en lugar de eso, pronto aceleró el paso y se puso a caminar al lado de Zetsuo, chupando su polo de chocolate tranquilamente, mirando al infinito, algo rígido y con los ojos entrecerrados, con una apatía que al águila le recordaría rápidamente a su otro hijo.