15/07/2019, 00:01
Pero, lejos de encontrar la paz y la soledad que buscaba, Zetsuo pronto comprobó que él y su hija no estaban solos. El pequeño Daruu los acompañaba de cerca, caminando de forma distraída con el polo de chocolate metido en la boca. El médico gruñó de forma audible, pero no comentó nada al respecto. Y Ayame, que caminaba de forma tímida junto a él, también se había sumido en un silencio tan profundo como el océano que rugía varias decenas de metros más abajo.
Pero aquella no era la única sorpresa que le depararía aquel día. Porque, de camino de vuelta a la cabaña, se encontró con una terrible realidad: junto a Kiroe se encontraba una silueta tan blanca como la nieve.
—¿Ha traído algún bollo de vainilla, Kiroe-san?
—Vamos, no me jodas... —gruñó el médico.
Pero aquella no era la única sorpresa que le depararía aquel día. Porque, de camino de vuelta a la cabaña, se encontró con una terrible realidad: junto a Kiroe se encontraba una silueta tan blanca como la nieve.
—¿Ha traído algún bollo de vainilla, Kiroe-san?
—Vamos, no me jodas... —gruñó el médico.