16/07/2019, 00:12
Desde las afueras, aunque los gritos se le antojaban ininteligibles, el Yotsuki no puso sino cruzarse de brazos y zapatear con la sandalia. "Esto está costando demasiado tiempo y no quiero seguir escuchando. Además, sigo con el mal presentimiento que tuve en el hostal, cómo si algo más se nos estuviese escapando de las manos." Si algo aprendió de Daruu, es que los motivos detrás de los actos importan mucho. De ello, había demasiados misterios en el propio pueblo de Murasame que estaban fuera de su alcance y que sin saberlo, estaban a punto de ser cruciales. Detalles, minucias, que iban a complicar el asunto.
La mujer soltó otro agónico grito cuando su segunda uña fue arrancada, ahora las lágrimas brotaban a borbotones. Se mordió el labio, pero ahora le era ya casi imposible aguantar el dolor tras ser golpeada.
—Per-dón, her-herma-hermana— Sollozó.
Le dolía soltar la verdad, pero de todas formas, no sería fácil. Esperaba, por lo menos, despistarlo un poco antes de que la tercera pudiese lograr su objetivo. Sólo tenía que evitar, ser específica. Era por él, por su señor, por su amado jefe.
—So-soy, Kuroko— Soltó finalmente. —Tra-tra-bajo, trabajo, pa-para una ya-yakuza. Vi-ne, por, la niña. A, a Oyabun-sama, le gu-gusta. Le gus-ta co-coleccionar, kekkei, gen kai. La quiere, pa-para su colección— Tosió entrocortadamente debido a que le costaba respirar tras llorar, además de que el ardor en la lengua era insoportable y le costaba soltar palabras enteras.
—No lo entiendo. ¿De qué estás hablando?— La mujer parecía consternada. —¿Por qué? ¿Por qué si destestas aquellas reglas malditas también estás en mi contra? Ella, ella aún es muy joven e inexperta. ¿Que será de ella sóla en las afueras? ¿piensas dejarla expuesta a su suerte? La ley de la naturaleza es la ley del más apto, pero los humanos no somos parte de ella. Si la siguiésemos, ¿qué nos diferenciaría de los animales?— Negó con la cabeza.
Oh sí, el clon hizo un magnífico trabajo haciendo tiempo. El problema, es que alguien más se aprovecharía de ello.
Sería entonces que la vería a la lejanía. Era Kyoko, la niña de la posada. Se acercaba con pasos sigilosos, aunque de todas formas era muy difícil esconderte tras unos bambúes, por lo que Akame era capaz de distinguirla sin esfuerzo alguno. La niña era testigo de la escena y sonreía. Se llevó el dedo índice a la boca, indicando que guardara silencio. Luego, señaló a la mujer con la otra mano y luego negó con la cabeza. ¿Quería que no le avisara a la mujer de que ella estaba ahí? Algo estaba fuera de su lugar, más allá de que su presencia de por sí no encajaba. Ella intentaría seguir avanzando con sus silenciosos pasos, estando ya a unos doce metros de distancia.
Mientras, la mayor tomó su báculo.
—¡Basta de tonterías! ¿Quién te crees tú a tu edad para dar lecciones sobre la vida?— Empezó a andar con firmeza, tratando de avanzar aún cuando el clon estuviese enfrente.
La mujer soltó otro agónico grito cuando su segunda uña fue arrancada, ahora las lágrimas brotaban a borbotones. Se mordió el labio, pero ahora le era ya casi imposible aguantar el dolor tras ser golpeada.
—Per-dón, her-herma-hermana— Sollozó.
Le dolía soltar la verdad, pero de todas formas, no sería fácil. Esperaba, por lo menos, despistarlo un poco antes de que la tercera pudiese lograr su objetivo. Sólo tenía que evitar, ser específica. Era por él, por su señor, por su amado jefe.
—So-soy, Kuroko— Soltó finalmente. —Tra-tra-bajo, trabajo, pa-para una ya-yakuza. Vi-ne, por, la niña. A, a Oyabun-sama, le gu-gusta. Le gus-ta co-coleccionar, kekkei, gen kai. La quiere, pa-para su colección— Tosió entrocortadamente debido a que le costaba respirar tras llorar, además de que el ardor en la lengua era insoportable y le costaba soltar palabras enteras.
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—No lo entiendo. ¿De qué estás hablando?— La mujer parecía consternada. —¿Por qué? ¿Por qué si destestas aquellas reglas malditas también estás en mi contra? Ella, ella aún es muy joven e inexperta. ¿Que será de ella sóla en las afueras? ¿piensas dejarla expuesta a su suerte? La ley de la naturaleza es la ley del más apto, pero los humanos no somos parte de ella. Si la siguiésemos, ¿qué nos diferenciaría de los animales?— Negó con la cabeza.
Oh sí, el clon hizo un magnífico trabajo haciendo tiempo. El problema, es que alguien más se aprovecharía de ello.
Sería entonces que la vería a la lejanía. Era Kyoko, la niña de la posada. Se acercaba con pasos sigilosos, aunque de todas formas era muy difícil esconderte tras unos bambúes, por lo que Akame era capaz de distinguirla sin esfuerzo alguno. La niña era testigo de la escena y sonreía. Se llevó el dedo índice a la boca, indicando que guardara silencio. Luego, señaló a la mujer con la otra mano y luego negó con la cabeza. ¿Quería que no le avisara a la mujer de que ella estaba ahí? Algo estaba fuera de su lugar, más allá de que su presencia de por sí no encajaba. Ella intentaría seguir avanzando con sus silenciosos pasos, estando ya a unos doce metros de distancia.
Mientras, la mayor tomó su báculo.
—¡Basta de tonterías! ¿Quién te crees tú a tu edad para dar lecciones sobre la vida?— Empezó a andar con firmeza, tratando de avanzar aún cuando el clon estuviese enfrente.