16/07/2019, 04:37
(Última modificación: 16/07/2019, 04:37 por Inuzuka Etsu.)
El chico pareció darle el voto de confianza. No lucía demasiado seguro al principio, pero a cada segundo que pasaban hablando, parecía estar un poco más cerca de ser totalmente franco con él. Cuando se dispuso, afirmó saber que desde el instante que mencionó conocer a Búho, supo que tenía intenciones de ayudarlos, pese a que nadie del lugar pareciese querer cooperar. El chico tomó también asiento, junto al Inuzuka. Negó con la cabeza, de capa caída, en lo que relataba efímeramente lo sucedido con Rao. Todos aceptaron con el rabo entre las piernas la situación, y un único chico no pudo hacer nada por evitarlo.
—Lo... lo entiendo.
Sin embargo, el amigo del chico al parecer había desaparecido mucho antes de que apareciesen los maleantes. Hacía un año que no lo veía, y avisó de que la familia Takanashi ya no iba a poder ayudarlos más tiempo. Con ellos, la cosa no marchaba ni bien ni mal, pero marchaba y podían disfrutar de un poco de libertad. Se podría decir que en esos tiempos eran felices. Sin embargo, con la aparición de la banda todo se vino al traste, y tal y como todos decían a regañadientes, solo los que lamían los pies de esos bandidos vivían medianamente en paz.
Vendería mi alma a cambio de un rato de tranquilidad. Al menos eso solía decir el abuelo cuando se refería a éste tipo de situaciones.
La promesa vacía de ese hombre era lo único que había estado dando consuelo a éste chico desde aquel entonces. Prometió volver, pero no había dado señal de vida desde esa última vez que lo vio. O bien su familia lo estaba pasando tan mal que no podía regresar aún, o bien se podría decir que había dejado de lado el casi poblado éste... porque pensar que hubiese muerto, la verdad es que sería demasiado drástico, ¿no?
—Voy a hacer todo lo posible por ayudar, pero aún desconozco el número de maleantes, los conocimientos de pelear que tienen, y sobre todo... quienes son los que mandan entre esos Cuatro. En éstos casos, suele darse que hay que escarmentar a los de más arriba para que el resto comprendan la situación... —hizo un inciso, un breve silencio en el que cayó en algo —pero ésto que quede entre tú y yo.
Sonrió sin más, con la misma cordialidad y afabilidad que le caracterizaba.
—Lo... lo entiendo.
Sin embargo, el amigo del chico al parecer había desaparecido mucho antes de que apareciesen los maleantes. Hacía un año que no lo veía, y avisó de que la familia Takanashi ya no iba a poder ayudarlos más tiempo. Con ellos, la cosa no marchaba ni bien ni mal, pero marchaba y podían disfrutar de un poco de libertad. Se podría decir que en esos tiempos eran felices. Sin embargo, con la aparición de la banda todo se vino al traste, y tal y como todos decían a regañadientes, solo los que lamían los pies de esos bandidos vivían medianamente en paz.
Vendería mi alma a cambio de un rato de tranquilidad. Al menos eso solía decir el abuelo cuando se refería a éste tipo de situaciones.
La promesa vacía de ese hombre era lo único que había estado dando consuelo a éste chico desde aquel entonces. Prometió volver, pero no había dado señal de vida desde esa última vez que lo vio. O bien su familia lo estaba pasando tan mal que no podía regresar aún, o bien se podría decir que había dejado de lado el casi poblado éste... porque pensar que hubiese muerto, la verdad es que sería demasiado drástico, ¿no?
—Voy a hacer todo lo posible por ayudar, pero aún desconozco el número de maleantes, los conocimientos de pelear que tienen, y sobre todo... quienes son los que mandan entre esos Cuatro. En éstos casos, suele darse que hay que escarmentar a los de más arriba para que el resto comprendan la situación... —hizo un inciso, un breve silencio en el que cayó en algo —pero ésto que quede entre tú y yo.
Sonrió sin más, con la misma cordialidad y afabilidad que le caracterizaba.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~