17/11/2015, 14:22
La mirada del chico se clavó en la herida de la pelirroja, su sangre brotaba con dulzura en un agónico llanto cálido, teñido de color carmesí. La pobre de seguro lo estaba pasando mal, era algo obvio. Sin embargo, entre su presa y él se posicionaba una chica que no hacía mas que molestar. Éstos humanos y sus "principios", ¿acaso pretendía salvarla? NO, para eso ya estaba ahí el albino, él era quien realmente iba a darle descanso y libertad.
Su vista de nuevo se clavó en la recién llegada, la cual tenía aún todo el cuerpo cubierto de la misma técnica que el Senju hasta hacía escasos segundos. Ambos enfrentaban miradas, y ninguno parecía dispuesto a ceder terreno. Dos cazadores, con presas diferentes... y en éste caso uno de los cazadores tentaba de presa. Realmente éste hecho no duró demasiado, pues enseguida ambos se convirtieron en presas y cazadores para sendos shinobis sin aldea.
Por otro lado, la pelirroja intentó mantenerse en pie, pese a su herida no tenía otro impedimento. Podría bien haberse escabullido del asunto, pero atrás de ella solo había agua. Quizás nadar no era de lo mas sensato a hacer en esos momentos, y correr sobre el agua tampoco distaba de ser fiable. Se encontraba en un auténtico debate mental, aunque por el momento gozaba de una buena cobertura, una desconocida que parecía estar de su lado.
— Chico, dime la verdad... puedo leerte la mente, no me puedes engañar. ¿Vienes a llevarte a ésta chica para los experimentos de esa bruja? He visto tus habilidades, y es obvio que eres usuario de la orquídea negra. — Contestó sin reparos la chica.
En ese mismo instante, un flash pasó por la cabeza del albino. Jugaba con su madre en el vivero, frente a él había una planta dentada de color negro, rara de cojones. Su madre lo agarró en ese instante con un abrazo, y a escasos centímetros de su oreja le admitía que esa flor era la llave para ser reconocida mundialmente como científica de prestigio, que numerosas personas querían investigarla y ella era la única con un ejemplar vivo. Su nombre, orquídea negra.
«¡NO PUEDE SER!»
Sus puños se cerraron con fuerza, y de nuevo la capa de chakra negra recubrió el cuerpo del chico.
— ¿¡QUE SABES DE ELLA!? ¿¡DONDE ESTÁ!?—
La voz del chico se distinguía en una clara ira, sus nervios florecían sin maquillaje, después de tanto tiempo... era justo ahora que escuchaba acerca de su madre. No era para menos esa reacción, pese a su usual estado de calma. Sin pensarlo dos veces, y sin tan siquiera esperar a una respuesta, el chico se lanzó al ataque. Por las buenas o por las malas, la chica iba a contestar.
En una abrir y cerrar de ojos, la chica contestó a la acometida con la misma actitud. Se lanzó al ataque, buscando golpearle el rostro directamente. El albino eludió el primer golpe, giró sobre si mismo e intentó encajar una patada lateral, pero la chica ya parecía saber de ésto. Como una auténtica artista marcial, la chica dio un paso hacia el exterior y antepuso ambos antebrazos, desviando la patada y asegurándose una posición de ventaja al colocarse a la retaguardia del chico, el cual continuaba con un leve movimiento cinético. En un acto casi instintivo, el chico giró hacia la dirección contraria, buscando a la misma vez apoyar la pierna desviada y golpear con el codo hacia su retaguardia en un barrido hecho con éste.
La chica no titubeó, le volvió a fintar, y le propinó una patada en el costillar. El chico no pudo evitar quejarse, aunque tampoco había sido para tanto gracias a su armadura. Simplemente lo desestabilizó y alejó. Ipso facto, el chico alzó de nuevo la guardia.
Entre tanto, la pelirroja realmente podía aprovechar la ocasión, sendos shinobis sin aldea se confrontaban sin miramientos, y la habían dejado de lado por el momento.
Su vista de nuevo se clavó en la recién llegada, la cual tenía aún todo el cuerpo cubierto de la misma técnica que el Senju hasta hacía escasos segundos. Ambos enfrentaban miradas, y ninguno parecía dispuesto a ceder terreno. Dos cazadores, con presas diferentes... y en éste caso uno de los cazadores tentaba de presa. Realmente éste hecho no duró demasiado, pues enseguida ambos se convirtieron en presas y cazadores para sendos shinobis sin aldea.
Por otro lado, la pelirroja intentó mantenerse en pie, pese a su herida no tenía otro impedimento. Podría bien haberse escabullido del asunto, pero atrás de ella solo había agua. Quizás nadar no era de lo mas sensato a hacer en esos momentos, y correr sobre el agua tampoco distaba de ser fiable. Se encontraba en un auténtico debate mental, aunque por el momento gozaba de una buena cobertura, una desconocida que parecía estar de su lado.
— Chico, dime la verdad... puedo leerte la mente, no me puedes engañar. ¿Vienes a llevarte a ésta chica para los experimentos de esa bruja? He visto tus habilidades, y es obvio que eres usuario de la orquídea negra. — Contestó sin reparos la chica.
En ese mismo instante, un flash pasó por la cabeza del albino. Jugaba con su madre en el vivero, frente a él había una planta dentada de color negro, rara de cojones. Su madre lo agarró en ese instante con un abrazo, y a escasos centímetros de su oreja le admitía que esa flor era la llave para ser reconocida mundialmente como científica de prestigio, que numerosas personas querían investigarla y ella era la única con un ejemplar vivo. Su nombre, orquídea negra.
«¡NO PUEDE SER!»
Sus puños se cerraron con fuerza, y de nuevo la capa de chakra negra recubrió el cuerpo del chico.
— ¿¡QUE SABES DE ELLA!? ¿¡DONDE ESTÁ!?—
La voz del chico se distinguía en una clara ira, sus nervios florecían sin maquillaje, después de tanto tiempo... era justo ahora que escuchaba acerca de su madre. No era para menos esa reacción, pese a su usual estado de calma. Sin pensarlo dos veces, y sin tan siquiera esperar a una respuesta, el chico se lanzó al ataque. Por las buenas o por las malas, la chica iba a contestar.
En una abrir y cerrar de ojos, la chica contestó a la acometida con la misma actitud. Se lanzó al ataque, buscando golpearle el rostro directamente. El albino eludió el primer golpe, giró sobre si mismo e intentó encajar una patada lateral, pero la chica ya parecía saber de ésto. Como una auténtica artista marcial, la chica dio un paso hacia el exterior y antepuso ambos antebrazos, desviando la patada y asegurándose una posición de ventaja al colocarse a la retaguardia del chico, el cual continuaba con un leve movimiento cinético. En un acto casi instintivo, el chico giró hacia la dirección contraria, buscando a la misma vez apoyar la pierna desviada y golpear con el codo hacia su retaguardia en un barrido hecho con éste.
La chica no titubeó, le volvió a fintar, y le propinó una patada en el costillar. El chico no pudo evitar quejarse, aunque tampoco había sido para tanto gracias a su armadura. Simplemente lo desestabilizó y alejó. Ipso facto, el chico alzó de nuevo la guardia.
Entre tanto, la pelirroja realmente podía aprovechar la ocasión, sendos shinobis sin aldea se confrontaban sin miramientos, y la habían dejado de lado por el momento.