18/11/2015, 00:10
Y ahí estaba él, ante el Árbol Sagrado, el árbol que, según decían sus padres, le había librado de su extraña enfermedad. Datsue no recordaba la noche en que lo habían abandonado sobre aquellas raíces, sin más amparo que el que le proporcionaba las gruesas ramas que se extendían en lo alto, como si de un improvisado techo se tratase. Había tenido muchos sueños acerca de ello, y muchas más noches las había pasado desvelado por preguntarse qué habría ocurrido exactamente.
Era especial, de eso no había duda. O, si no, no habría sido bendecido por la madre naturaleza para no sólo curarse, sino salir reforzado de la extrema debilidad con la que había nacido su cuerpo.
Todavía sentía un cierto hormigueo en el estómago cada vez que posaba la frente en el tronco, pues el recuerdo olvidado de aquella noche parecía revivir con aquel simple acto durante un mínimo instante, el suficiente para verlo fugazmente, como un destello, pero demasiado rápido como para que la imagen cobrase sentido.
—Parto hacia Shinogi-to —confesó en susurros, con los ojos cerrados—. Allí encontraré lo que necesito para ayudar a mis padres con su deuda… Escucha, no sé porque me ayudaste, ni si lo hiciste para algún propósito que me tengas encomendado… Pero, si es así, házmelo saber, eh… Una señal, un…
- ¿Qué haces...?
Datsue se sobresaltó por la sorpresa. La kunoichi que momentos antes hablaba con otra persona era la responsable, y le dedicó una de sus expresiones más ceñudas.
—¿A ti que te importa? —replicó, con más mala leche de la que pretendía.
Era especial, de eso no había duda. O, si no, no habría sido bendecido por la madre naturaleza para no sólo curarse, sino salir reforzado de la extrema debilidad con la que había nacido su cuerpo.
Todavía sentía un cierto hormigueo en el estómago cada vez que posaba la frente en el tronco, pues el recuerdo olvidado de aquella noche parecía revivir con aquel simple acto durante un mínimo instante, el suficiente para verlo fugazmente, como un destello, pero demasiado rápido como para que la imagen cobrase sentido.
—Parto hacia Shinogi-to —confesó en susurros, con los ojos cerrados—. Allí encontraré lo que necesito para ayudar a mis padres con su deuda… Escucha, no sé porque me ayudaste, ni si lo hiciste para algún propósito que me tengas encomendado… Pero, si es así, házmelo saber, eh… Una señal, un…
- ¿Qué haces...?
Datsue se sobresaltó por la sorpresa. La kunoichi que momentos antes hablaba con otra persona era la responsable, y le dedicó una de sus expresiones más ceñudas.
—¿A ti que te importa? —replicó, con más mala leche de la que pretendía.